Instagram es perjudicial para la salud de los adolescentes y sus dueños lo saben.

Esta frase es una conclusión sensata de los hallazgos que el Wall Street Journal ha desvelado esta semana pasada. Y los hechos no los aporta una entidad externa sino la propia empresa, Facebook, en documentos internos que constatan lo siguiente:

  • El 32 por ciento de las adolescentes que estaban a disgusto con su cuerpo se sintieron peor por culpa de Instagram.
  • El 13 por ciento de las adolescentes británicas con pensamientos suicidas vincularon ese deseo con Instagram.

No es la primera vez que se dice pero sí la primera vez que sabemos que a los directivos de Instagram les consta que son perjudiciales, lo han ocultado a la opinión pública y no han hecho nada para remediarlo.

Por ese motivo, el Center for Humane Technology lo ha llamado «el momento grandes tabaqueras«. Gracias al periodismo (y no a una revelación en Twitter o YouTube)  se ha sabido que un producto inmensamente popular y origen de las mayores fortunas de la historia es adictivo y perjudicial para la salud. Y quienes se estaban enriqueciendo con ello lo sabían.

Al igual que el tabaco era un signo de prestigio social, ubicuo, propio de galanes y bellas damas y pasó a ser visto como una señal de enfermedad, malos olores y mal gusto, probablemente acabe pasando lo mismo con las redes sociales.