MegaUpload.com founder Kim Dotcom said: 'We have nothing to hide'. Photograph: Action Press/Rex Features

MegaUpload.com founder Kim Dotcom said: 'We have nothing to hide'. Photograph: Action Press/Rex Features

El accionista mayoritario de Megaupload es un excéntrico millonario que se hace llamar Kim DotCom. Los que están a favor del cierre de la web de descargas resaltan los aspectos más repugnantes del personaje, detalles que son absolutamente irrelevantes para saber si es justo o no arremeter de esa manera contra un servicio de intercambio de archivos. Pertenecen en su mayoría a la «industria del cine» y los guiones de buenos y malos siempre facilitan seguir la película.

Voy a relatar tres situaciones personales que son tan anecdóticas como la gordura y excentricidad del tipo de la fotografía:

1.- Hace unos días me suscribí a Megaupload por un periodo de dos meses, que no disfrutaré. Lo usé para bajarme «El ángel de Budapest», de TVE, película que ya pagué con mis impuestos y que durante unos días tuvo  la web de RTVE para su visionado gratuito. Yo la había visto en televisión, la recomendé y no encontré otra manera de difundir lo buena que era que bajándomela.

2.- En Navidades tuve serios problemas para poder COMPRAR una serie antigua de televisión que también recomiendo, «Marco Polo». Estaba agotada en todas partes, al final la encontré en DVDgo, de Espasa Calpe y Casa del Libro, servicio caótico. Pedí dos series, una no la tenían, pero me la cobraron y después de llamadas telefónicas y correos electrónicos incendiarios conseguí que me devolvieran el dinero casi un mes después.

Metrópolis

Metrópolis

3.- Cuando escribo un capítulo de un libro, un artículo para una revista académica, una comunicación para un congreso no recibo un solo céntimo por la publicación. Sin embargo, cuando he de presentar mis méritos para poder acceder a una plaza de profesora, ser evaluada o pedir una beca, se me exige que las fotocopias que haga de mis propios méritos sean PAGANDO los derechos de autor que yo misma no percibo. Esto va a la caja de Cedro, una asociación a la que no pertenezco y que no me ha pedido permiso para cobrar por mis obras. Por supuesto, la tecnología evita que pague ese despropósito y escaneo mis documentos.

¿A qué voy? A que aquí no hay un gordo villano enfrentado a honrados autores esmirriados sino un gordo villano enfrentado a otros gordos villanos que pretenden lucrarse con lo que otros hacen.

Es más, como bien dice Paulo Coelho, es más bien dudoso que existan derechos de autoría tan claramente cuantificables. Toda trama, hipótesis, cuadro, pieza musical se apoya en un pasado al que copia y remodela. Por supuesto, he encontrado el enlace porque lo he visto citado por JJG Noblejas.

Manifiesto futurista¿Qué sería de la imagen de Madonna si no fuera por la película Metrópolis que a su vez bebe del futurismo pictórico italiano? Por supuesto, esta comparación no es original mía, la oí en una conferencia.

Enriquecerse con las obras culturales es una idea bastante reciente de la historia de la humanidad, no va más allá del siglo XX, con el nacimiento del cine y luego la televisión. Las artes se contagiaron del afán de enriquecerse de los gestores de la «cultura de masas» y los novelistas y pintores se convirtieron en estrellas (o al menos aspiran a hacerlo).

Parece ser -éstas son las últimas noticias- que el chollo se ha acabado. El intermediario ha muerto, lo ha matado Internet. Muchas de las labores de producción y distribución de cine, series y música se han quedado obsoletas. Todos los que en el medio se quedaban con la parte del león del precio son ahora prescindibles (lo explica Casciari en este vídeo, por supuesto tampoco se me ocurrió a mí).

Hace un año Alberto Nahum escribió un razonado artículo para hacer entender por qué es muy sano descargarse contenidos de la industria cultural, por qué no son «la cultura», por qué ya estoy pagando por esos contenidos y por qué hace tiempo que se han muerto y aún no se han dado cuenta.

En fin, que según el saber medieval somos enanos a hombros de gigantes y algunos enanos se han caído del trono pero aún no han asumido su auténtico tamaño.