Los documentos que Wikileaks ha entregado a varios medios de comunicación internacionales (todos ellos de orientación política progresista, por cierto) estan causando varios debates.

Me gustaría poner algo de cotexto al tema que concierne al periodismo, para contribuir a eso que JJ García-Noblejas plantea hoy en su blog Scriptor.

En primer lugar: no es propiamente un hackeo informático sino, probablemente, un aburrido error humano o una filtración personal. Los documentos filtrados estaban a disposición de aproximadamente tres millones de empleados del gobierno americano, de manera que encontrar a alguien o algunos voluntarios que pasaran el material es algo bastante fácil.

Este primer punto hace que una se pregunte para qué necesita el New York Times, The Guardian, Le Monde, El País o Spiegel que Wikileaks actúe de intermediario. Si Wikileaks no ha hecho nada más que transmitir los documentos, el mismo trabajo lo podían haber hecho los periodistas. Si necesitan a Wikileaks están proclamando su propia incapacidad para hacer periodismo de investigación.

Segundo tema: hay ya abundante reflexión académica y profesional sobre el peligro de que el periodista dependa de las fuentes. En este caso se demuestra un caso extremo de dependencia sin contraprestaciones. Recuerdo el enfado de El País hace años por las filtraciones que casi todos los días dejaba caer El Mundo sobre los GAL. En aquellos tiempos de gran «responsabilidad patriótica» el diario de Prisa argumentaba que eso no era periodismo de investigación sino actuar de mensajero de parte. Una fuente que filtra información tiene siempre unos intereses, por eso se recomienda comprobar la veracidad de lo filtrado en al menos dos fuentes alternativas. ¿Se ha hecho en estos casos?

Tercer tema: se está presentando la información de los documentos como si fuera «la verdad» sobre los temas tratados cuando es tan sólo la opinión de empleados del cuerpo diplomático de los Estados Unidos, algo que ayer hacía notar Dan Gillmor. Al menos El País no está dejando nada claro que son sólo observaciones particulares y parciales sobre los temas.

Cuarto tema: se está dando la sensación falsa de que las informaciones eran inéditas, cuando algunas de ellas son meros resúmenes de impresiones de lo que ocurre en un país o puede ocurrir en determinada situación. Un ejemplo especialmente gracioso es la elección como Papa de Benedicto XVI. Los americanos revelan en sus informes que tenían otros dos posibles candidatos. Ha habido un vaticanólogo que se ha proclamado culpable de la gran filtración, ya que escribió sus predicciones en La Stampa, el diario milanés, que fue donde lo leyeron los americanos y el resto de la humanidad.

No son documentos de inteligencia, no provienen de la CIA ni de la NSA, no son la información con la que el gobierno de EEUU toma sus decisiones.

Quinto tema: ¿cuánto tardará alguien en filtrar algo falso a través de Wikileaks? Es más, ¿cómo sabemos que no se ha hecho ya?

Sexto tema: ¿cuáles han sido los acuerdos entre Wikileaks y los medios filtradores? ¿Podremos leer -en aras de la transparecia- los términos de esos acuerdos? ¿Hay contraprestación económica? ¿Conocemos todos los documentos o sólo los que han acordado publicar? ¿Cuáles fueron los acuerdos del New York Times con el gobierno Obama?

Séptimo tema: ¿quién es Julian Assange? ¿Cuál es su agenda? Algunos antiguos colaboradores suyos lo acusan de prepotente y tiránico, de centrarse en atacar a los EEUU a la vez que no está interesado en regímenes dictatoriales. ¿Realmente esos medios tienen necesidad de contar con alguien tan opaco para darles información? Se pueden encontrar con una trastienda de la que tengan que dar explicaciones vergonzosas. ¿Han investigado a Assange?