Hasta ahora, no creía que el asunto de las caricaturas se fuera a retorcer tanto. Parece mentira cómo en pocas horas se ha creado un conflicto internacional por algo tan corriente en el mundo occidental como el intento de humor irreverente. Las caricaturas no son escandalosas para nuestra sensibilidad, al menos para la mía, pero no estamos hablando de mi sensibilidad, estamos hablando de la sensibilidad de millones de personas que se sienten ridiculizadas e insultadas.

Nunca es fácil desentrañar todos los mecanismos que se producen en la comunicación y si estamos hablando de la comunicación entre personas de culturas diversas, el proceso se hace todavía más complejo.

El asunto no se puede despachar con una apelación a la libertad de expresión, como si esa libertad fuera sinónimo de decir lo que me diera la gana sin mayor reflexión.

No estamos hablando de un tema legal, aunque los medios se presten a ese confusionismo. No todo lo legal es bueno. No hay ninguna ley que prohíba mentir pero, ¿es bueno mentir? No, todos estamos de acuerdo por un principio muy simple: no nos gusta que nos mientan y, por lo tanto, no quieres para los demás lo que no quieres para ti.

Este asunto de la ofensa a la religión tiene un matiz más. El que en nada cree dice que a él no le molesta nada que ataque a lo sagrado, de forma que no entiende que los demás se ofendan ya que nada hay sagrado para él.

Desde algunos sitios, además, se hace creer que eso es presupuesto irrenunciable de la democracia y la libertad de expresión. Bien, me parece una enorme sandez afrontar así el asunto, entre otras cosas porque es una falacia. El sistema democrático, el Estado de derecho está para garantizar que se respetan los derechos de todos, no sólo de los que no tienen creencias. La religión tiene todo el derecho a tener expresión pública y a ser respetada. El estatuto de ciudadanía se lo dan los ciudadanos creyentes, que no son de segunda clase, como algunos parecen creer.

La publicación de las caricaturas ha provocado, por otra parte, una reacción violenta intolerable. No se puede permitir que se amenace de muerte a una persona, sea cual sea su ofensa. No hay proporción alguna entre la materia de la ofensa y la reacción de algunos grupos islamistas. Esta situación está siendo utilizada por los radicales islamistas para reforzar la idea de un occidente infiel, materialista, imperialista, formado por ricachones que sólo se miran el ombligo de su complacencia mientras desprecian la realidad cotidiana de la gente del Tercer Mundo.

Y los radicales de este lado, de los satisfechos niños descreídos, aprovechan para tener el día de exaltación de la blasfemia, en esta ocasión contra los católicos que es lo que se lleva en esta pobre España, blasfema por incívica, por inculta. Algunos blogs quieren ser los campeones de la trangresión, pero nunca con quienes le pagan el sueldo.

He leído con mucho interés las reflexiones de Daniel Martí, compañero de pasillo y amigo. Especialmente me ha gustado: «Pero no creo que la mayoría aparentemente pasota, viva toda su vida, también la interior, de permanente y perpetuo carnaval. Sería aún más aburrido que el ritualismo religioso».

Entre la violencia de unos y la franca estupidez de otros, los que están a salvo en sus casas occidentales, se pone en peligro a muchas personas inocentes. Por favor, algo de cordura.

Actualización: enlace muy interesante de un reportaje del International Herald Tribune sobre el tema. Entre otras cosas, el director de la publicación danesa que primero publicó las caricaturas dice que si hubiera sabido lo que se iba a producir, no hubiera aprobado la publicación de los dibujos.

Impresionante el seguimiento que está haciendo Marta Salazar:

Carl Bildt: Aún se puede sacar algo bueno del conflicto provocado por las caricaturas de Mohamed
Nadeen Elyas: Los musulmanes también se indignarían si se presentara a JC en esa forma
Los socialdemócratas alemanes sobre las caricaturas del Profeta
Los verdes y las caricaturas de Mohamed y etc, etc