En el post anterior a éste reflexionaba sobre el discurso de bienvenida del Papa a la nueva embajadora de España ante la Santa Sede. Benedicto XVI hablaba de ciertos temas que son de aplicación en España y, con más violencia y saña, en Egipto. La utilización de la palabra para denigrar, calumniar a ciertos colectivos es el paso necesario para reprimir su existencia civil o, en el caso de Egipto, incluso física.

En Europa – en esto España es puntera- se justifica el silenciamiento de los criterior crsitianos en la vida pública, como si millones de ciudadanos tuvieran que reprimir sus creencias en público para que otros -millones o menos- se sintieran cómodos. Y así, se escucha y se lee un día sí y otro también, que la Iglesia debe dejar de «imponer» sus creencias. Y le llaman imponer a exponerlas. O sea, quieren que la Iglesia se calle y buscan, desde el poder político, económico, cultural, que la Iglesia se calle.

El Papa decía en esa bienvenida a la embajadora española: «El que en ciertos ambientes se tienda a considerar la religión como un factor socialmente insignificante, e incluso molesto, no justifica el tratar de marginarla, a veces mediante la denigración, la burla, la discriminación e incluso la indiferencia ante episodios de clara profanación, pues así se viola el derecho fundamental a la libertad religiosa inherente a la dignidad de la persona humana, y que «es un arma auténtica de la paz, porque puede cambiar y mejorar el mundo»

El País publica hoy un editorial Cristianos en Egipto · ELPAÍS.com) sobre la violencia que se ejerce contra los cristianos en Egipto y entresaco una frase que me parece muy lúcida:

El patrón suele ser el mismo: rumores propagados por extremistas que desembocan en ataques a propiedades o lugares de culto; y que siembran el miedo, provocan huidas y consolidan una ciudadanía marginada.

Hace unas semanas tuvimos agresiones repetidas a lugares de culto en España. Es verdad que ni por asomo la situación española es la de Egipto en cuestión de marginación y acoso a los cristianos. Pero no es eso lo que se discute sino los medios que cierta izquierda utiliza para propagar y defender sus ideas, medios que consisten en demonizar a los cristianos – acusarles de la propagación del SIDA en África, por ejemplo – la siembra de una versión maniquea de la historia entre buenos progresistas y malos (el resto), la petición de palo para los católicos y su marginación de la vida política, el falseamiento continuado en las noticias de contenido religioso con mentiras fácticas que se reproducen a sabiendas. Estas dos últimas  (petición de palo y falseamiento) se han producido en El País.

Quizá el editorialista del diario de Prisa debería mirar a su alrededor – no a Egipto- para reconocer a esos extremistas que hacen la labor previa de sembrar cizaña y rencor en la sociedad. En efecto, la calumnia, la insidia, la denigración son el caldo de cultivo de la violencia.