A veces pensamos que con la mera transparencia se solucionarían decenas de problemas de corrupción en la Administración pública. Yo solía pensar así, pero después de leer The Information diet, me convencí de que no es la panacea.

«Transparency wasn’t the universal answer I was looking for. You cannot simply flood the market with broccoli and hope that people stop eating french fries. If large numbers of people only seek out information that confirms their beliefs, then flooding the market with data from and about the government will really not work as well as the theorists predict; the data ends up being twisted by the left- and right-wing noise machines, and turned into more fodder to keep America spinning».

«La transparencia no era la respuesta universal que estaba buscando. No puedes sin más inundar el mercado con brécol y esperar que la gente deje de comer patatas fritas. Si un gran número de personas sólo busca información que confirme sus creencias, entonces inundar el mercado con datos de y sobre el gobierno realmente no funcionará tan bien como los teóricos predicen; los datos acaban por ser retorcidos por las máquinas de ruido de izquierda y derecha y convertidos en más forraje para mantener a los americanos dando vueltas».

Daniel Innerarity decía algo en la misma línea hace meses:

«Por otro lado, mientras que la transparencia suele contentarse con la puesta a disposición de los datos, la publicidad exige que esos datos sean configurados como información inteligible por la ciudadanía. La transparencia no presupone un acceso real a la información. Pero es una ilusión pensar que basta con que los datos sean públicos para que reine la verdad en política, los poderes se desnuden y la ciudadanía comprenda lo que realmente pasa. La transparencia es condición necesaria de la publicidad, pero no la garantiza.

Además de límites, la transparencia puede tener efectos perversos. No son pocos los que han advertido que Internet se puede convertir en un instrumento de opacidad: el aumento de los datos suministrados a los ciudadanos complica su trabajo de vigilancia. ¿Cómo puede la ciudadanía realizar bien esa tarea de control sobre el poder?»

O sea, que el cambio en el consumo de la información debe ser asumido como un proyecto personal. O te animas a comer brécol o una ley de transparencia no va a convertirte en un ciudadano en forma.

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