Me ha encantado la despedida de la defensora del lector de El País. Lo ha hecho con un alegato en defensa de la verdad. Adiós, y mucha suerte se titula el artículo (suena a las «buenas noches y buena suerte» de Murrow).

Me ha encantado porque afirma algo que es obvio para muchos de nosotros:

Una visión cínica del periodismo sostiene que la verdad no existe. Que puede haber tantas verdades como interpretaciones de la realidad. Este planteamiento es una gran trampa. Creo que los periodistas hemos sido negligentes al descuidar la defensa de la verdad. Porque la verdad, en periodismo, existe. Al menos existe la verdad de los hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y es comprobable.

Amén. No puedo estar más de acuerdo, con una salvedad. La verdad existe pero no está en manos de ningún medio en exclusiva ni de ningún individuo el comprenderla absolutamente. De cada hecho hay tantas versiones como testigos y cada versión sincera nos añade algo de verdad. Otra cosa son las versiones falseadas, no nos añaden nada de verdad sino que nos intentan manipular.

La verdad no es un compromiso entre sus diferentes versiones. Y, sin embargo, potentes aparatos de influencia saturan el espacio informativo con versiones y contraversiones destinadas a falsear la realidad. Más que informar, lo que hace este tipo de periodismo es desinformar. Porque la falsa neutralidad del periodismo de versiones otorga las mismas oportunidades a quien dice la verdad que a quien miente. Y porque la verdad incómoda tiene más dificultades para imponerse al ruido mediático creado para sepultarla. Piensen en el cambio climático. Piensen en todos esos imputados por corrupción que se presentan como víctimas de una persecución política. Piensen en esos sindicalistas presentados como expoliadores, mientras los expoliadores aparecen como brillantes gestores.

Quiso la casualidad que hace 7 días le enviara un email a Milagros Pérez Oliva, a propósito de la información que durante todo el domingo dio El País sobre la manifestación de los sindicatos. La cifra de manifestantes era totalmente desorbitada, 500.000, y contradictoria con las estimaciones que el propio periódico hacía para esa superficie en manifestaciones que fueron contra el gobierno del PSOE. He aquí algo factual y comprobable y he aquí una prueba más de que ese periodismo verdadero con hechos verdaderos no existe tampoco en El País en muchas ocasiones.

Sin embargo, la defensora del lector pone como ejemplo de verdades cuestiones que son opinables, más concretamente son a)hipótesis en estudio (cambio climático) b) juicios morales (corrupción, sindicalistas, gestores). No sé por qué se le ido ahí la mano, pero es una incoherencia que pretenda pasar por hechos asuntos que están sujetos a debate porque no se conoce los suficiente sobre ellos o son además compatibles entre sí (los sindicalistas y los gestores ambos pueden ser expoliadores y otros sindicalistas y gestores pueden ser perfectamente honrados). No hay peor intransigencia que la de hacer pasar por verdad lo que es sólo una opinión.

Muchos lectores me han preguntado cómo es posible que ante un mismo hecho puedan aparecer versiones tan antagónicas como las que pueden leerse en los diferentes medios. La facilidad con que los lectores pueden observar ahora esas diferencias ha aumentado su escepticismo respecto de lo que les contamos. ¿Cómo saber quién miente y quién dice la verdad?

Bien, esto es así y parece ser que siempre ha sido así. Philip Meyer decía en su libro The vanishing newspaper que no es que el periodismo tenga ahora unos estándares más bajos de verificación sino que hay más gente vigilándolos, lo cual es buenísimo. Vean en esta pieza un excelente trabajo de contraste de fuentes informativas: La relatividad de los medios o ¿cuántos hombres de rojo hay? Ahora que queda patente la ocultación y la tergiversación es cuando el periodismo debería ser capaz de enfrentarse con el núcleo de su auténtica labor que es reflejar la realidad.

La sociedad está saturada de información y la prensa trata de adaptarse a los nuevos requerimientos ofreciendo un periodismo más interpretativo. Pero la interpretación no puede ser una coartada para la deformación. Hemos de partir de los hechos para llegar a su interpretación y no al revés. El problema es que hay prácticas periodísticas que prescinden de los hechos o que los distorsionan hasta conseguir que coincidan con la versión que quieren imponer. Su objetivo es distorsionar la realidad, y si es posible, crearla.

Pues si esa es la adaptación de la prensa, la solución no puede ser peor. Si hay sobreabundancia de algo es de interpretación, lo maravilloso sería que los medios de comunicación se dedicaran a informar de hechos y ahí es donde pueden aportar algo genuinamente profesional, de modo que pensar que la diferencia y el valor añadido son las interpretaciones, en fin, explica muchos cierres de medios. Su labor no es convencernos de la bondad de los sindicalistas o de la culpabilidad de los gestores, no es adoctrinarnos sobre cuestiones científicas que no dominan, no es asustar a un sector de la población sobre las malas intenciones de otro sector de la población, no es alarmar y enfrentar a grupos sociales, no es eso lo que le hace falta a la sociedad. No hacen falta más predicadores,  hacen falta más reporteros.

Desconfíen de quienes anteponen la interpretación a la demostración. El periodismo interpretativo debe basarse en hechos y datos comprobables. Y desconfíen también de aquellos textos que no hacen un esfuerzo suficiente para demostrarles cómo han llegado a la versión que sostienen. El periodismo de interpretación no puede ser la gran coartada para eludir, ignorar o sepultar la verdad. O para entronizar lo que el filósofo norteamericano Harry G. Frankfurt denomina “la tergiversación engañosa próxima a la mentira”. En dos obras de referencia sobre esta cuestión que me permito recomendarles, On Bullshit y Sobre la verdad (Paidós), Harry G. Frankfurt expresa su preocupación por el aumento de la charlatanería y por las consecuencias que puede tener la indiferencia de la sociedad hacia la verdad.

Dios te oiga, Milagros. El día que vea en un medio explicar cómo han llegado a la conclusión que han llegado, abriré una botella de cava. Sería maravilloso que explicaran el proceso informativo, por transparencia, sería maravilloso que explicaran que no tienen todos los datos de todo, sería maravilloso que especificaran las fuentes, sería maravilloso que admitieran no estar seguros de lo que están afirmando cuando no lo están, sería maravilloso que reconocieran que sólo una fuente les ha informado de eso que ponen en portada a cuatro columnas. Lo que está ocurriendo, en mi opinión, es que la saturación informativa del consumidor actual nos va a obligar a educarnos mejor a la hora de informarnos. Es decir, el ciudadano va a tener que hacer un gran esfuerzo por discernir fuentes y creo que Pérez Oliva se equivoca al decir que la receta va a ser colgarse de una cabecera como El País como fuente de la única verdad.

Lo peor que puede pasar es que la ciudadanía crea que la única forma que tiene de hacerse con la verdad sea leer diversos medios de signo diferente. Porque la versión promedio no tiene por qué coincidir con la verdad. Los periodistas hemos de aspirar a que nuestros lectores tengan la confianza de que leyéndonos a nosotros, no necesitan ir a promediar con otras versiones. La democracia necesita medios de referencia independientes, creíbles y veraces, que resulten fiables para cualquier lector, independientemente de cuál sea su línea editorial.

Milagros, si el periodista fuera Dios no haría falta leer diferentes versiones, pero ni siquiera Moreno Barber es Dios. Estoy totalmente de acuerdo en que la versión promedio no tiene por qué coincidir con la verdad pero tampoco tiene que coincidir con la verdad la versión de El País. Como ya dije arriba, el conocimiento humano es limitado y sin necesidad de que haya afán de manipular, el conocimiento que alguien nos transmite es parcial. Una foto no transmite la realidad, es un encuadre de la realidad. Un relato periodístico no es la verdad, es un relato de la verdad en el mejor de los casos, con un encuadre, también. Esto está sobradamente estudiado. Yo no miento conscientemente en este blog pero me apuesto un millón de euros a que Pérez Oliva y yo no estamos de acuerdo en qué es verdad y mentira en infinidad de temas. Si no se tiene claro que es compatible ser sincero con errar, mal vamos.

Decía Bochenski que la autoridad del que sabe -la que deberían tener los medios- se basa en dos premisas: 1) que el que tiene autoridad sepa de qué habla y 2) que me diga la verdad. Me temo que el problema del periodismo actual está en los dos puntos: ni nos fiamos de que muchos periodistas sepan sobre el tema del que estan hablando y no nos fiamos de que sean sinceros. Ambos puntos son letales para la confianza en la prensa, en el periodismo, y ambos puntos están bajo mínimos.

Estoy leyendo el libro The information diet, cuando lo haya terminado os diré qué recetas me parecen buenas para superar esta confusión en la que nos sumergen los medios tradicionales y los sociales. En principio, parece una buena reflexión la que hace el autor del libro: la información y la comida son muy parecidas, al igual que ante la abundancia de alimentos hemos tenido que educar nuestro apetito, lo mismo tenemos que hacer ante la abundancia de información.

“Una sociedad que de forma imprudente y obstinada se muestra negligente [ante la verdad] está abocada a la decadencia. (…) Las civilizaciones nunca han podido prosperar ni podrán hacerlo sin cantidades ingentes de información fiable sobre los hechos”. Permítanme, pues, que me despida de ustedes con un ruego: ¡Premien el buen periodismo! Ayúdenle a defender la verdad.

Totalmente de acuerdo. Pero, como Diógenes, déjeme que vaya con una lámpara en busca del buen periodista y acostúmbrese a que los lectores hagan lo mismo. La confianza se la han cargado ustedes, la diversidad de fuentes informativas es buena, las cabeceras periodísticas son empresas con intereses, sólo los periodistas honrados tendrán quien les crea y esos periodistas están en El País y fuera de El País. Yo también tengo un ruego: ciudadanos, informarse bien requiere un gran esfuerzo. Si queréis una sociedad fuerte y democrática, utilizad los medios con un sano escepticismo.

*[Enlaces en Amazon a los libros On bullshit y Sobre la verdad. Aprovecho para decir, en aras a la transparencia, que los enlaces son patrocinados. es decir, si alguien compra el libro me pagan una comisión. También aclaro que no pongo estos enlaces por el dinero -que también es legítimo-  sino porque los libros me parecen genuinamente interesantes.]