Otro modo de suicidarse es confundir periodismo y comunicación.

Soledad Gallego-Díaz publica en El País Si te van a matar, no te suicides | Opinión | EL PAÍS.

Cuanto más sé del mundo de la comunicación, más exigente me vuelvo con el mundo del periodismo. ¿Todo es periodismo? Desde luego que no. Quizás todo es comunicación, pero el periodismo tiene reglas, normas y objetivos determinados.

Uno de los mayores peligros de esta apasionante etapa es que se confunda las dos cosas, que la formidable fortaleza y expansión de la comunicación asfixie al periodismo y a sus reglas, como algo antiguo e innecesario.

El peligro es que vayamos olvidándonos de esas reglas, porque las nuevas herramientas presionen tan fuertemente sobre ellas que no seamos capaces de defenderlas. Tenemos que hablar de todo esto.

¿Qué reglas son esas? Las que elaboraron Kovach y Rosenstiel en su libro «Elementos del periodismo» son un buen resumen. Seguramente, los que acaban hoy el máster ya las conocen. Pero no viene mal recordarlas de vez en cuando:

«La primera obligación de un periodista es la verdad. Debe lealtad ante todo a los ciudadanos. Su esencia es la disciplina de la verificación. Debe mantener la independencia con respecto a aquellos a quienes informa. (Y con respecto a sus fuentes, diría yo). Debe ejercer un control independiente del poder…»

También puede ser una buena regla para los periodistas no pensar nunca en «usuarios», sino en lectores, oyentes, televidentes, que es algo más personalizado. Es como cuando los médicos hablan de «clientes» en lugar de «pacientes». La confianza en el médico sufre un bajón muy explicable.

Con «usuarios» se consigue, sin duda, mucha audiencia. Pero con «lectores, oyentes y televidentes»  se consigue influencia, que es algo a lo que debe aspirar el periodismo.

La influencia del periodismo en basa en su capacidad para imponer agendas públicas, agendas relacionadas con el interés público (del que hablaré más adelante). Es algo que es realmente difícil en la actualidad, debido a la enorme fragmentación de los medios en los que los ciudadanos buscan su información, pero que debe seguir siendo uno de los grandes objetivos del periodismo. Influir es: decir explícitamente las cosas sobre las que creemos que hay que hablar colectivamente.

Esas agendas públicas son también las que marcan las diferencias con la prensa amarilla o sensacionalista, porque ese tipo de medios lo que quiere es imponer una propia como si fuera pública. El ejemplo más claro son los sucesos puestos en primera página. Si aparecen en la sección de sucesos, invitan a la reflexión sobre la insondable condición del ser humano. Si aparecen en la primera página, exigen declaraciones sobre la pena capital, la cadena perpetua o la reforma de incontables leyes (sobre todo, si afectan a los menores).

Las agendas públicas que el periodismo quiere imponer tampoco tienen nada que ver con los Trending Topic, que son otra cosa.

De hecho, los trending topics que han batido récords de cientos de millones de citas, como la muerte de Michel Jackson o los papeles de Wikileaks, no son consecuencia de una voluntad de fijar agendas.

La muerte de Jackson fue un hecho que marcó la agenda por sí mismo. Y los wikileaks fueron una agenda marcada por otros medios de comunicación, no en Twitter o Facebook, que se limitaron más bien a rebotarlo o glosarlo.

Deberíais leerlo entero. Solamente el hecho de que mencione varios libros en su escrito me emociona. Estoy bastante asustada de la capacidad de algunas personas de dar veredictos sobre el periodismo, la comunicación o lo que sea sin una sola cita a ninguna lectura. Creo que ése es un rasgo distintivo de gurú o del charlatán.

Especialmente importante me parece esta reflexión:

La peor manera de suicidarse es dejar de indagar los hechos y limitarse a vocear las distintas versiones. Eso no es periodismo. Volvemos a la comunicación, que consiste en compartir mensajes, y no en averiguar qué tienen de cierto.

Periodismo, insistamos, es indagar en hechos, acontecimientos que tienen interés público y hacerlo respetando unas reglas.

¿Qué es de interés público?, se preguntan algunos. Desde luego, no lo que más interesa al público, sino algo muy distinto.

Hay que repetirlo más: el interés público.