¿Puede El País opinar de la Iglesia? Sí, claro. ¿Puede Pepe Blanco hacerlo? Sin duda.

Dicho esto, es del modo de las opiniones e informaciones de lo que me gustaría escribir.

1. La Iglesia como cortina de humo y como tema de agitación de la sociedad. Por ejemplo, ya al inicio de la anterior legislatura, una entente entre Prisa y Gobierno socialista utilizó las pseudo informaciones sobre la Iglesia para desviar la atención de temas de interés público. Se repite en esta legislatura: como no hay problemas económicos, como no existen los conflictos territoriales, como no hay terrorismo, como no se cuestiona el papel internacional de España, los altavoces mediáticos del socialismo y el Gobierno, se inventan problemas con los católicos españoles. De esa manera, tienen a sus seguidores entretenidos con conjuras vaticano-rouco-cañizares que desvían la atención sobre los problemas reales. La conjura judeo-masónica también le sirvió a Franco para justificar el aislamiento de España y la escasez de alimentos tras la guerra civil. Como rasgo del desprecio intelectual de la opinión pública, es bastante significativo del talante antidemocrático de ambos sistemas de comunicación.

2.- El uso de prejuicios y la falta de contraste con la realidad. Lo primero y casi lo único que se pide de una pieza periodística informativa es que haga referencia a un hecho verídico de interés público, actual y narrado con una disposición psicológica de objetividad. Ya sabemos que si pedimos estas características a la mayoría de las noticias y reportajes que se publican en este país nos sale un periódico de una página, pero pidamos al menos un par de características de las mencionadas para poder darle a algo el nombre de noticia. Por ejemplo, la información que Prisa suele dar de la Iglesia carece casi siempre del primer requisito: estoy recordando una noticia que dio la Ser hace unas semanas: un cura anciano de la catedral de Almería, cuando entraba una excursión de un centro de personas con síndrome de Down, le dijo a la señora responsable del grupo una serie de tonterías sobre la condición de esas personas. La Ser y los replicantes de la noticia «olvidaron» el detalle de completar la información: en cuanto el obispado se enteró, se disculpó públicamente y la señora aceptó públicamente las disculpas, lamentándose del eco mediático del asunto:

Al día siguiente, una vez aparece en los medios, el Obispado emite un comunicado disculpándose por lo ocurrido, y pidiendo comprensión para el cura, dada la avanzada edad del mismo, 84 años. Desde el Obispado confirman que “en 60 años como sacerdote, en las distintas Parroquias por las que ha pasado, no ha habido ni una sóla queja”, y que el hombre “lleva llorando desde ese día”.

Ahora, Josefina Soria, afirma que van a remitir un escrito al Obispado en el que se acepta dicha disculpa, y afirma que no se le “debería haber dado tanto bombo y platillo” al no tener “nada que ver con la Iglesia”

Lamentable, el mal ya está hecho. Sólo hace falta leer los comentarios a la noticia en la Ser y en los replicantes.

Esto responde simplemente a un deseo de Prisa y de cierta izquierda comecuras de instalar en el imaginario de la opinión pública una jerarquía malhumorada, antipática, cerril y montaraz. Y, claro, un cura de 84 años llorando no es adecuado para el cuadro.

Lo mismo ocurre con las pseudo noticias que se inventa Juan G. Bedoya de vez en cuando: se espera a una celebración cristiana, recoge lo que dicen Rouco y Cañizares y ya tenemos una nueva embestida del integrismo tridentino. Fíjate que ahora es noticia que un obispo diga que el matrimonio homosexual está mal, que el adoctrinamiento estatal también y, según el ABC de Toledo, que pida que

«en España se respete la auténtica libertad religiosa. Necesitamos libertad religiosa» y «también para los cristianos», añadió, «porque son muchos los insultos, los agravios y las ofensas que está recibiendo la Iglesia, y ante la pasividad de tantos no puede continuar esta situación».

Imagino que se refería a una mofa sobre la Virgen María que con dinero público había recorrido las calles de Toledo el día anterior. El ABC de Toledo añade en otra noticia sobre la cabalgata:

«Perdónales porque no saben lo que hacen», añadió, y demandó respeto para la libertad religiosa, convencido de que «son muchos los insultos, los agravios, son muchas las ofensas que está recibiendo la iglesia ante la pasividad de tantos y no puede continuar esta situación». Añadió que estas palabras no esconden «acritud» y responden al hecho de que «queremos a España y queremos a Toledo y ayer era agredida en su corazón con los insultos». A la misa asistió la Corporación municipal, encabezada por el alcalde, Emiliano García-Page, del PSOE.
La cabalgata fue organizada por la Concejalía de Cultura y el Teatro de Rojas de Toledo y la compañía que la puso en escena ha trabajado en otras ocasiones en Toledo sin ningún problema, -además, con espectáculos de calidad-, pero lo cierto es que el del sábado parece haber herido sensibilidades entre la ciudadanía y el clero. Fuentes del equipo de Gobierno municipal señalaron ayer a ABC que «no ha existido ánimo de ofender a nadie, ni maldad alguna», aunque reconocieron que «hay cosas que no nos han gustado de la cabalgata». Asimismo, subrayaron que «entendemos que al cardenal no le haya gustado».

Pero, otra vez, Prisa no entiende de matices ni le interesa el sentido de las palabras de Cañizares, sino montar una conjura Vaticano-Rouco-Cañizares, aunque las palabras de Cañizares fueran improvisadas, como demuestra el hecho de que la homilía colgada en Internet no tenga ninguna de estas expresiones. A Juan G. Bedoya cualquier cosa le viene bien para montar una conspiración de la jerarquía.

Como en ocasiones anteriores, a la voz de «vuelve Trento» responde algún cargo socialista para defendernos de la malvada conspiración. A veces, MTFDLV, otras Pepe Blanco, siempre Álvaro Cuesta (que lo suyo es pura afición al tema). Entonces, sale hoy, PB diciendo que su partido está «preocupado porque la disidencia del PP se extienda también a la Conferencia Episcopal Española».

Hala, ya está. O sea, organizan un escandalito con expresiones buscadas aquí y allí, montan una conspiración para que la agredida parezca agresora y se abre la veda para que socialistas y neprogresistas la emprendan con la Iglesia.

Se les ve el plumero, como ya está estudiado en ambientes académicos. A continuación, un resumen de los protocolos de El País en estos casos, según lo estudiado por Mª José Pou Amérigo, profesora de la Universidad Cardenal Herrera CEU:

Cuando hay un problema real, el medio se convierte en tercero en discordia, y, cuando no lo hay, en su incitador.

(…)

Su actuación se estructura en tres fases y tres tipos de textos: el previo, el relato de ofensas y una conclusión, a modo de editorial.

El previo es un texto publicado antes del acontecimiento que prepara al lector. El relato de ofensas es el modo de contarle lo sucedido, interpretándolo como un episodio de la guerra que la Iglesia libra contra el Gobierno. La conclusión pasa siempre por la denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado ante el Vaticano.

A esta secuencia repetida hay que añadir la consiguiente reacción de algunos dirigentes del PSOE que dan eco a los titulares y argumentos esgrimidos por El País. Con todo ello, la polémica está servida.

(…)

El País, además, utiliza las tácticas de la personalización y el fomento de la división.

La primera supone buscar un villano que, en tiempos de Felipe González, fue el cardenal Suquía, y ahora, los cardenales Rouco, Cañizares y García Gasco.

La segunda aplica el divide y vencerás, presentando a obispos dialogantes, como monseñor Blázquez, frente a los intolerantes ya mencionados.

Sólo falta que la opinión pública dé la espalda a tanta mala idea y tanta chapuza periodística.