La atención está de moda, aunque al parecer, porque brilla por su ausencia. La preocupación sobre su escasez actual se extiende desde el ámbito educativo (docentes y padres alarmados por la falta de capacidad de niños y jóvenes para mantenerse atentos ante cualquier tarea) hasta el de los medios de comunicación. Ahora podemos medir el tiempo que se dedica a leer o ver una información, y los resultados no parecen ser muy buenos.

Por ejemplo, en junio pasado Facebook cambió su algoritmo para premiar las historias a las que se dedica más tiempo de lectura en vez de contabilizar solo los “me gusta” y las veces que se comparte o comenta. Es una manera de hacerse con el recurso más escaso: la atención (Mangalindan, 2015).

Otro ejemplo es la publicidad. El Financial Times está probando un método para cobrar a los anunciantes por tiempo de exposición al anuncio, no por impacto. El consejero delegado de Chartbeat, la compañía que monitoriza el comportamiento de los lectores del FT lo explica claramente: “Es oficial: podemos empezar a hablar de la economía de la atención. Hay gente que compra y vende minutos de atención del público”. No es el único medio: The Wall Street Journal, Bloomberg y The Economist ya lo hacen (Ingram, 2015).

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