Asistí a las JMJ de Santiago (1989) y Czestochowa (1991) como periodista. En 2005 fui a Colonia como peregrina. No deja de tener gracia porque había dejado de ser joven, en el sentido habitual de la palabra.

En Colonia el lugar de encuentro de los cientos de miles de jóvenes fue Marienfeld, Renania del Norte-Westfalia, un campo de 2,6 km² a 20 km de Colonia. El transporte para llegar desde Colonia a Marienfeld eran autobuses públicos y medios de locomoción privados. Los autobuses públicos eran gratuitos y funcionaban constantemente para transportar peregrinos.

Algunas de las personas de mi grupo, en vez de dormir en Marienfeld tenían apalabrado un sitio para pasar la noche, pero había habido un malentendido, se quedaron sin lugar para dormir. Estaban hablando de este tema en las calles de Colonia, con el lógico disgusto. Una pareja de mediana edad se paró con ellas, la mujer era española y había entendido algo del problema. Mis amigas le contaron la situación en la que se encontraban y la mujer se la tradujo a su marido alemán. Él le dijo algo a su mujer que se quedó con aspecto confundido y le dijo a mis amigas:

– Podéis dormir en nuestra casa.

Ya en la casa la mujer les explicó su confusión. Su marido era protestante. Unos meses antes, el pastor de su iglesia había sugerido a sus fieles que acogieran a peregrinos católicos en sus casas y la mujer lo había comentado con su marido. Él no había querido. Al ver que él espontáneamente había ofrecido su casa a las tres españolas se había quedado muy sorprendida, por eso había puesto aquella cara.

Nuestro amigo alemán no sólo dio cama y desayuno a las españolas sino que asistió a la Misa del Papa del domingo.