Traducido de Israel Mourns a Friend of the Jews

En 1945, Edith Tzirer, una niña judía de 13 años, había sido liberada del campo de concentración en el que había estado prisionera y se dirigió a su patria, Polonia. La metieron en un tren y, cuando llegó a su destino, estuvo dos días sola y mal abrigada en la estación de un pueblo polaco.

«Un sacerdote joven se acercó a mí y me miró. Yo le estaba mirando. Era tan alto. «¿Por qué estás ahí sentada?», me dijo. Debilitada por el hambre, Edith casi no podía moverse. Karol Wojtyla, el joven sacerdote, le trajo pan y té y se ofreció a llevarla a su destino.

«Me llevó en su espalda, era muy fuerte». La llevó durante unos tres kilómetros y, en un descanso, hablaron. «Nos contamos nuestras vidas. Fue muy emotivo, nadie me había preguntado por mi vida.»

Tres días después, cuando llegaron a Cracovia, la gente empezó a decirle a Edith que por qué estaba con un sacerdote y la asustaron diciéndole que la metería en un convento y nadie volvería a oír hablar de ella. Edith se escapó pero siempre se arrepintió de no haberle dado las gracias.

«Lo que hizo por una pequeña huérfana, es lo que le dio fuerza para ser Papa y un muy buen Papa», dice Edith, «él fue para mí como un padre o un hermano».

Ahí no terminó la historia. En 1978, cuando Karol Wojtyla se convirtió en Juan Pablo II, Edith Tzirer escribió al Vaticano. Las relaciones entre la Santa Sede e Israel en aquel momento no eran buenas y no obtuvo contestación.

Volvió a insistir en 1997 y un año después fue invitada a Roma, donde se encontró con el Papa en la plaza. «Estaba contenta y emocionada de haber podido darle las gracias personalmente».

Y hace cinco años, Edith fue una de las seis supervivientes del Holocausto que estuvieron presentes en el Yad Vashem Holocaust Memorial de Jerusalem durante la histórica visita de Juan Pablo II.

«Estoy muy triste porque ha muerto un hombre que quería a la gente y nos quería a nosotros, un pueblo no tan querido en el mundo».

La nunciatura en Israel está inundada de mensajes de pésame, tanto de autoridades como de personas anónimas. Las declaraciones elogiosas vienen tanto de Ariel Sharon como de Simon Peres que también han ensalzado la figura de un hombre que se hace más grande a medida que pasan las horas.