Scriptor.org: Una parte de lo que pasa en Francia

JJG Noblejas describe una escena: jóvenes que por no ser franceses son cacheados e identificados todas las noches por los mismos policías. Chulería policial.

Me ha llamado la atención porque esta mañana en la Ser, en Hoy por hoy, ha hablado un español que nació y vivió muchos años en Francia como emigrante. Le pasaba exactamente lo mismo que cuenta JJG Noblejas, que siempre le pedían la identificación y que, a pesar de que se llama Alain, al ver el apellido García o Fernández, siempre le decían: «No es un apellido francés».

Luego, Alain comentaba que esa actitud contrastaba, rechinaba, con lo que le enseñaban en la escuela laica y republicana: libertad, igualdad y fraternidad y con la grandeur de la Francia que se jactaba, en la enseñanza escolar, de haber nacido de la rebelión del pueblo en las sucesivas revoluciones. Esto desencadenaba -esto lo deduzco yo- una sucesión de relaciones entre unas cosas y otras: ¿he de asaltar la Bastilla de nuevo para que se reconozcan mis derechos? ¿Es que la libertad, la igualdad y la fraternidad son sólo para los que se apellidan Villepin, Chirac o De Gaulle? ¿Aquí sólo vale la fuerza?

Como bien dice JJG Noblejas, «las grandes palabras, si realmente responden a la realidad, van detrás [de las cosas pequeñas y concretas en la vida diaria de las personas]». Pero parece ser que en Francia se les ha llenado la boca y la cabeza de grandes palabras que los hechos desmentían todos los días.

Es evidente, por otra parte, la incapacidad de Francia -quizá de Europa- para integrar mientras que EEUU lo consigue en líneas generales, con todas las excepciones que se quiera.

En mi opinión -de alguien que ha vivido en EEUU rodeada por personas de diferentes etnias, religiones y culturas- la sociedad americana es muy integradora en el día a día. La vieja estampa de los vecinos que te dan la bienvenida al barrio trayéndote una tarta se sigue repitiendo en los suburbios de casas familiares. No importa gran cosa el color y se da por supuesta la diversidad, nadie en su sano juicio haría comentarios sobre los apellidos de nadie y, de hecho, preguntan cómo se deletrea «cualquier» apellido, hasta los anglosajones porque no se da por supuesto que se escriba de un modo determinado.

¿Que los «country clubs» son patrimonio de los WASP? No digo que no, aunque yo he entrado en algunos (no soy rubia, pero tampoco marcadamente morena de piel). También Harvard era patrimonio, hasta hace poco, de los WASP y los católicos no eran admitidos en las hermandades universitarias pero fuera de la upper crust de la sociedad, la integración es un hecho en los Estados que conozco bien, los de la Costa Este sin incluir el profundo Sur.

El origen emigrante de la práctica totalidad de los americanos, la conciencia de ser una nación hecha a base de la afluencia de personas de todo el mundo está en la base de esa capacidad de integrar.

Eso, acompañado del fomento y respeto real por la diferencia. En mi vecindario había hindúes con turbante viviendo al lado de blancos anglosajones sin que nadie se extrañara de nada de la vestimenta y costumbres ajenas, con un gran respeto. En la escuela pública se celebraban las fiestas cristianas y las judías, porque eran las dos religiones que lo habían solicitado. Ojo: se celebraban ambas, no se suprimían todas para que teóricamente todos se sintieran cómodos. Esas teorías sobre la invisibilización de las diferencias son letales porque suponen la represión de un derecho humano a vivir públicamente las propias convicciones.

Quizá por ahí debería empezar Europa, por alentar que las identidades se visualicen públicamente, a reconocer que todos tenemos derecho en la escuela, en la calle, en el espacio público a vivir según nuestras convicciones, a exteriorizar nuestra identidad religiosa, cultural sin imposiciones laicistas o falsamente neutrales.