ESTO Y AQUELLO
Por ÁLVARO DELGADO-GAL

No me queda más que recordar aquellos tiempos en que Alfonso Guerra llamaba a Soledad Becerril «Carlos III vestido de Mariquita Pérez», a Loyola del Palacio «La monja alferez», a Suárez «tahúr del Mississippi», y en que el bocazas de Corcuera se refería a un periodista español como el «pierdeaceites». En aquellos tiempos nadie se levantaba del escaño en un ataque de dignidad barata. Ahora, simplemente, hemos entrado en un modo de razonar que, como explica Álvaro Delgado Gal, una parte de la sociedad ha de soportar e incluso reír con las ofensas de la otra parte (¡qué falta de sentido del humor para reírse de sus creencias!) y la otra parte es de una clase superior que se instala en la de los easily offended y a la que no se le puede ni insinuar que a veces no tiene razón o hace el ridículo.

Confunden al discrepante con el proscrito, de modo que al que no está encuadrado en esa corriente mayoritaria se le condena al ostracismo y se le aísla.

Silenciosamente rumbo hacia la dictadura.