Si no escribí estos días sobre la enésima estupidez nacional (léase manifestaciones) es porque, aparte del tiempo, me faltaban las ganas. El editorial de ayer de la Gaceta de los Negocios lo explica bien: «estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros», gran frase marxista.

Los lemas que los convocantes de las manifestaciones de Bilbao y Madrid enunciaban y que mantenían como irrenunciables, a 24 horas de las manifestraciones se convirtieron en totalmente renunciables. La maniobra en Madrid, encabezada por UGT pero probablemente dirigida desde el PSOE, era dejar sin argumentos al PP. Y el PP, cual caballo desbocado, se precipitó por propia voluntad a despeñarse por el desfiladero. Lo mismo se puede decir de la AVT.

No descarto que, si hubiera habido una manifestación «unitaria», no hubiera habido desde gritos a golpes entre los propios manifestantes. Estamos en tal nivel de crispación que parece normal odiarse entre personas de diferentes ideologías. La culpa no es de las diferencias ideológicas sino del pésimo estilo de falta de respeto, ofensa y acoso permanente que se ha instalado en España. No se utiliza la cabeza sino para embestir, como decía Machado.

En ese clima de falta de claridad, de lodo y de «todo vale» es imposible construir nada. Mi confianza no está en los políticos -está claro que hace tiempo que perdieron el norte-, ni en los medios de comunicación -enganchados al carro del partidismo- ni, tampoco, me temo, en la blogosfera tan enganchada al partidismo como los medios.

Sólo en personas concretas que reflexionen y hagan reflexionar está la posibilidad de cambiar el panorama.