Ayer, en La 2, el programa Enfoque, presentado por Pedro Piqueras, trató el tema de «Los límites de la ciencia». La producción del programa incluyó varios «reportajes» que en su práctica totalidad tocaron el tema de la investigación con células madre, la reproducción asistida, los «niños medicamento», la clonación terapéutica y todos estos temas objeto de polémica y noticia.

Tal como se explica en la página web del programa, «ENFOQUE es un espacio de referencia en el que tienen acomodo opiniones plurales y diferentes puntos de vista sobre los asuntos de candente actualidad». Para ello hay entrevistas en directo y seis invitados que debaten entre sí.

Ahora debo decir que el programa de anoche no terminé de verlo. Pero sí vi hasta la mitad del mismo, más o menos. Y fue curioso. Sobre todo lo del debate. Las personas invitadas, en mi opinión, eran todas muy válidas y con amplios conocimientos sobre el tema. Pero de pluralidad, nada. Todos opinaban lo mismo, matices muy leves aparte: la ciencia no necesita límites… y la investigación con CME es cojonuda. Perdón si me equivoco de nombres (no tomé notas, pero recuerdo bastante bien quién dijo qué). Javier Sádaba apelaba a la emotividad y el humanismo, además de a un concepto de «bondad» como justificación de cualquier cosa. Manuel Toharia daba un enfoque muy objetivo de las cosas y procuraba no empantanarse en cuestiones morales. Andrés Aberasturi ofrecía sus opiniones con una coherencia digna de admiración y un gran respeto por las opiniones de los demás, y sin miedos. Marcelo Palacios ponía los puntos sobre las íes científicas. Y Jaume Navarro tenía un punto de vista amplio que encuadraba bastante bien el tema del programa.

Y los cinco opinaban que el embrión no es humano y que su manipulación en investigación no sólo era posible sino deseable. Frente a ellos, sólo Ignacio Sánchez, con una humildad que rozaba la pusilanimidad pero con un respeto y moderación exquisitos, exponía la opinión contraria: que el embrión podía ser como mínimo parte del ser humano y por tanto sujeto de derechos y de protección, y que por tanto, el uso y manipulación de embriones no era válido porque lo daña.

Fue muy curioso… Cuando Ignacio Sánchez exponía el problema de que, si se consideraba al embrión persona o digno de parte de los derechos de una persona, por tanto destruirlo era asimilable a un crimen, los demás saltaban escandalizados. ¿Por qué? El razonamiento es evidente y ésa es la raíz de la polémica. No se trataba de escandalizarse, sino de debatir y razonar para «conseguir que los espectadores se formen una opinión clara», como dice el resumen del programa.

Sádaba ofrecía el argumento de que lo que es bueno, es bueno, y los nuevos tratamientos médicos son buenos: por tanto, investíguese. Y eludía la crítica de que esa justificación se saltaba cualquier juicio sobre el procedimiento. Si el procedimiento es malo, no importa el resultado: se ha cometido un mal injustificable.

Aberasturi ponía de ejemplo su experiencia personal, y decía con total honestidad que si él hubiera podido tener un «niño medicamento» (con un encomiable sentido común señaló que era un modo muy ofensivo de denominar al fenómeno de los hijos tenidos en función de sus características como donantes para un hermano enfermo), precisamente cuando de todos modos hubiera querido tener un hijo por amor, el hecho de que además hubiera curado a su hermano no hubiera cambiado su valoración, su amor y sus sentimientos por su segundo hijo, y además hubiera sido un orgullo poder decirle de mayor que había salvado a su hermano. En mi opinión, Andrés estaba exponiendo algo sensato y coherente con su creencia -porque es una cuestión de fe– de que la selección de embriones es algo aceptable y bueno; no un acto de eugenesia indigno para el ser humano, como pienso yo. Pero insisto, su postura me pareció de las más respetables de entre los presentes en el debate.

Ante la duda, que no llegaba ni a oposición clara, planteada por Ignacio Sánchez, el presidente del Comité Científico de la Sociedad Internacional de Bioética planteó contundentemente, apoyando a Sádaba, que había «un amplísimo consenso» en torno a que el embrión era sólo, como decía este último, un blastocito, un grupo de células recién fecundadas, apenas un centenar, sin diferenciación de ninguna clase, y que no podía considerarse persona ni nada similar. A lo cual Ignacio intentó responder (porque apenas le dejaron hablar) que ese «consenso» no era tal, que había una división en el mundo científico sobre este punto. La respuesta inmediata (y lógica) de Marcelo Palacios fue que desde los 80 existe una aceptación generalizada de la fecundación in vitro, entre otras cosas, y que nadie planteaba reparos a esto. Antes incluso que Ignacio saltó Jaume Navarro, el único invitado de postura más bien «neutral», que respondió de inmediato que sí existían reparos y oposiciones contundentes a la fecundación in vitro y que no ha dejado de haberlos en todo este tiempo, aunque su repercusión mediática haya ido disminuyendo con el tiempo. En este momento, Piqueras rompió el debate introduciendo otra parte del programa.

No pude ver el resto. En cualquier caso, este post tampoco pretende ser un análisis riguroso del programa, sino de aspectos y comentarios que salieron a la luz. Ni lo vi entero, ni tomé notas. Sólo quisiera destacar varias cosas:

a) es bueno que haya programas de debate y divulgación sobre temas complicados y vitales como éste.
b) es malo que se venda «pluralidad» cuando no la hay; 5 invitados a favor de las CME contra 1; 4 negando que hubiera dudas respecto de la no-humanidad del embrión contra 1, y 1 neutral. Y que no me digan que Piqueras o su producción no conocían previamente las posturas básicas de sus invitados… Seamos serios.
c) tampoco es «plural» ofrecer pseudorreportajes donde sólo se hablan de las presuntas ventajas y expectativas creadas en torno a la investigación con CME y la clonación terapéutica.

En resumen: el programa sólo sirvió de caja de resonancia a las múltiples autoalabanzas de quienes han apoyado el uso de CME. Para dar algo de credibilidad al mismo, se invitó a una única voz discrepante que casi no se oyó, y se hizo una encuesta callejera que, como todas ellas, prácticamente no aclaró nada (aunque daba una perspectiva interesante sobre el abanico real de enfoques que tiene el ciudadano de a pie sobre el tema, desde la ignorancia más absoluta hasta posturas razonadas muy meditadas). Si éste es el talante de La 2-Caffarel-ZP, apaga y vámonos: tenemos más de lo mismo (con el PP, con González… y así ad nauseam). Pero también es cierto que no sé cómo terminó el programa. Me pareció malo en su primera mitad. ¿Quizás en la segunda aparecieron nuevos invitados con posturas ajenas al pensamiento único? ¿Quizás los pseudorreportajes de la segunda mitad del programa ofrecieron el lado negativo de las investigaciones, los abundantes fracasos en la investigación con CME y los éxitos ya patentes con CMA? Si es así, agradecería que alguien que haya visto todo el programa me iluminara… 🙂

Y una vez más, mi opinión. Todo lo que se espera de la investigación con CME es buenísimo; todo lo que esperan las familias con hijos enfermos de los «niños medicamento» es bueno; todas las parejas que desean superar su infertilidad están en su derecho y es comprensible; y es humano y maravilloso desear que se reduzca o suprima el sufrimiento de tantos enfermos y sus familiares gracias a la ciencia. Pero, ¿a costa de qué? Dar por supuesto que un embrión humano fecundado no es nada es sólo eso, una suposición, no una certeza científica. Un argumento que Ignacio Sánchez expuso al principio del programa, casi disculpándose aunque no sé porqué, es que los demás tertulianos podrían opinar libremente lo que quisieran sobre la no-humanidad del embrión… pero TODOS ellos habían sido en su momento un embrión fecundado; sólo un blastocito, un puñado de células sin importancia según Sádaba, una nada que se podía usar y tirar. Si los que opinan como él fueran coherentes, podría suceder, en otras circunstancias posibles según su argumentación, que ellos y todos los miles o millones que opinan como ellos dejaran limpiamente de existir, pues el blastocito del que habrían sido creados habría sido usado y tirado… al fin y al cabo, no son nada. Según Sádaba, sólo cuando hay alguna diferenciación de órganos se podría hablar de derechos… ¿El tener tripas es lo que me distingue como ser humano? ¿En qué momento empezamos a ser seres humanos? A estas alturas de la Historia es obvio que no es cuando alcanzamos la mayoría de edad, o cuando alcanzamos la pubertad, o a los dos años de nacer (si hay algún antropólogo leyendo esto sabrá a qué momentos históricos y normativos me estoy refiriendo), o a las 24 horas de nacido… Somos sujetos de derechos mucho antes de nacer. Y lo que ha sido un avance difícil pero continuo en la Historia en el campo de los derechos del hombre, en pos de que esos derechos se apliquen no según una edad arbitraria sino por el simple hecho de ser humanos, de existir, estamos destruyéndolo y retrocediendo para colar con calzador el aborto y la manipulación de embriones entre otras cosas, intentando imponer por la vía del aplastamiento mediático, la moda y el apoyo institucional descarado, politizado y con dinero por medio, la idea tan arbitraria como las aberraciones históricas antes señaladas de que un ser humano sólo empieza a serlo cuando lo dice el legislador de turno: con cien, con quinientas o con dos células de blastocito; con órganos diferenciados o sin diferenciar; con forma humana o sin forma. Argumentos no científicos en absoluto, pero que muchos científicos defienden como si lo fueran, aparte de muchos interesados. El caso es que el punto inicial por el que han pasado TODOS LOS SERES HUMANOS QUE ALGUNA VEZ HAN EXISTIDO Y EXISTEN es por el momento en que un espermatozoide rompió la membrana de un óvulo e inició el intercambio de proteínas e información genética, fecundándolo. Eso es lo más radical que, científicamente, podemos saber sobre nuestro origen individual. Antes de eso nada nos diferenciaba de nada. Después de la rotura de esa membrana, dejó de existir el azar y empezó nuestra historia real.

Diréis algunos «pues estás tratando de ‘imponerme’ tu punto de vista». No, no os equivoquéis. Lo único que pido es sentido común y prudencia cuando hablamos de la radicalidad de la persona humana. Hablamos del derecho a la vida de «algo», un blastocito o embrión humano fecundado que inevitablemente termina siendo una persona, como terminé yo y como terminaste tú, lector, seas quien seas. Hay algo más que dudas científicas sobre el momento en que biológicamente se puede hablar de «ser humano» y «persona». Yo no estoy seguro de tener la verdad de mi parte. Creo en lo que creo. Pero ante la duda de si el fuego quema o no quema, yo no cojo e incendio las cortinas de mi casa; primero pregunto, me informo, y si acaso enciendo una cerilla en un sitio donde nada se pueda quemar. Si no sé con seguridad qué es el fuego y cómo puedo usarlo sin hacer daño, no me arriesgo a quemar a alguien o a quemarme yo mismo. Si el embrión puede ser una persona humana, ¿quién soy yo o nadie para dar por supuesto que no es así, hasta no tener una certeza absoluta? No se trata de que al embrión le estén cambiando el color del pelo o de los ojos. No. Los científicos los dividen, manipulan, inyectan, mezclan, desechan, destruyen… Los dañan y los matan. Y quizás sea una persona. Entonces estaríamos hablando de un crimen. Nadie quiere curar su diabetes, su párkinson, etcétera, matando a otras personas. Pero podríamos estar legalizándolo, porque no hay una base científica unánime e indiscutible.

Eso sí, luego vienen los del talante, Sorias, ZP’s y demás, y los del Ente del Gobierno (RTVE), y nos dicen lo que debemos creer con nuestro dinero en programas como «Enfoque». Será para que no nos cansemos pensando; ellos piensan por nosotros 🙁