Libertad Digital: Sociedad :: «No hubo persecución religiosa al llegar la II República, sólo se quemaron unos conventos»
Es ahí, asegura, donde tiene su origen «la manipulación» de los historiadores «revisionistas». Juliá imputa a los católicos de Acción Española la estrategia de deslegitimación de la República que –afirma– usan los «revisionistas» en la actualidad.«Lo que dicen esos revisionistas, que no revisan nada sino que reproducen las tesis de El derecho a la rebelión, de Acción Española, es que el Gobierno del Frente Popular de 1935 es un producto ilegítimo de un golpe de Estado», dice Santos Juliá, refiriéndose –se supone, aunque no los identifica– a autores como Pío Moa, César Vidal, Ricardo de La Cierva, Luis Suárez o Stanley Paynne, que han puesto de manifiesto que el objetivo del PSOE y la ERC en 1934, al declarar las huelgas revolucionarias en Asturias y Cataluña, era iniciar la Guerra Civil y precipitar una revolución en España.
Ni siquiera Juliá puede omitir los hechos. Reconoce que «la sensación de inseguridad se agudiza con la respuesta del PSOE a la entrada de la CEDA en el Gobierno».
«Si la CEDA entra, nosotros iremos a la Revolución, anuncia Indalecio Prieto», y Juliá admite. Las del dirigente del PSOE «son unas palabras irresponsables, desde cualquier punto de vista», concede el profesor de la UNED. Pero subraya que su reproche proviene, no tanto del hecho de que el PSOE no respetase las reglas del juego, como del hecho de que el líder socialista se fuera de la lengua antes de tiempo.
«Oiga, si Usted va a montar una revolución, prepárela, organícela, pero que no se enteren, porque le van a preparar una resistencia organizada», chasquea Juliá.
En esas están, ¿no?
18/04/2008 a las 12:54
Hoy algunos quemarían más.
28/04/2008 a las 10:49
Me contaron una anécdota de este Santos Juliá. Una vez un profesor amigo le preguntó si quería ir a ver la ópera de «La Flauta Mágica» de Mozart, que tenía unas entradas.
Su respuesta: «yo no voy a ver ópera burguesa».
Este es el personaje doctrinario, reciclado en columnista de El País, que debería ser editorialista de algún Pravda de provincias, o columnista de alguna hoja parroquial distribuida a los miembros de una célula comunista que llevaran la foto de Lenin en su cartera en vez de la de sus hijos.