Israel comienza a perder también la posguerra en medio de un diluvio de acusaciones sobre utilización de bombas de racimo Escrito por Javier Monjas.

Jan Egeland, el jefe de la ayuda humanitaria de las Naciones Unidas, había repartido hasta ahora incriminaciones hacia los dos lados. Bien es cierto que algunas de sus declaraciones fueron masivamente reproducidas, mientras otras lo fueron de forma mucho más tibia. Primero, en lo peor de las pasadas de los aviones israelíes sobre el Líbano, de pie sobre los escombros del barrio chiíta de Beirut, Egeland denunció que Israel estaba ejerciendo una fuerza “desproporcionada” en su ofensiva sobre el Líbano. Lo del “desproporcionado” se convirtió enseguida en latiguillo y lugar común de cualquier diatriba antiisraelí que se preciara.

Pero después, pocas horas más tarde, Egeland calificaba de “cobarde” la estrategia de Hezbollah de mezclarse entre los civiles para atacar a Israel. En Chipre, el ejecutivo de las Naciones Unidas decía: «Con contundencia, desde la tierra de Hezbollah, mi mensaje fue que Hezbollah debe parar esa cobarde forma de mezclarse entre las mujeres y los niños. He oído que están muy orgullosos porque han perdido muy pocos combatientes y que han sido los civiles los que han llevado lo peor de esto. No creo que nadie deba estar orgulloso de tener más mujeres y niños muertos que hombres armados”.