El equilibrio y el director de orquesta
El consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, escribe hoy una tribuna en El PaÃs sobre el diálogo con ETA. Por venir de quien vienen, destaco las crÃticas al papel de Zapatero.
El Gobierno y su presidente han transmitido, a lo largo de estas últimas semanas, una sensación de desconcierto muy perjudicial para el establecimiento de nuevas vÃas de acción en materia antiterrorista. El Partido Popular, por su parte, se ha visto enrocado en sus pronunciamientos a favor de una «polÃtica macho» sin matices, tendente antes a desgastar a los socialistas que a solucionar el problema de fondo. No insistiré en el bochorno producido por la desunión de los demócratas frente a la amenaza etarra, exclusivamente imputable al PP en esta ocasión, ni en el regalo de Reyes que eso ha constituido para los integrantes de la banda. En ese sentido, el alcalde de Madrid va a tener que trabajar mucho para hacerse perdonar por sus electores moderados la ausencia en la manifestación del sábado pasado. Lo interesante ahora es saber si la derecha es capaz de sumarse a una estrategia antiterrorista común, aunque no sea exactamente la que ella propone, o prefiere encastillarse en su arrogancia de perdedora. Pero también conviene que el Gobierno se apee de su polÃtica de aislar al PP, potenciando como hace sus perfiles extremistas, que le garantizarÃan una nueva derrota en las elecciones.
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Imputar a ETA la responsabilidad exclusiva del atentado es una obviedad que no elimina, por eso, la necesidad de analizar qué se hizo bien y qué se pudo hacer mejor por parte de los demócratas.
En ese sentido es incomprensible que el Gobierno se empecine en no reconocer los evidentes fallos de información que han precedido a la ruptura del alto el fuego. Las declaraciones del presidente el dÃa anterior a la explosión de la bomba ponen de relieve que se dejó llevar por noticias alentadoras de algunos servicios policiales bien infiltrados en la banda, pero insensibles ante el carácter lábil del terror. También cabe preguntarse por la eficacia de la polÃtica exterior durante el proceso de paz, la calidad de los mediadores internacionales, y el compromiso de los mismos. (Gerry Adams contó con los avales de Clinton y Mandela a la hora de imponer su voluntad frente al aparato «militar» del IRA). Por último, la polÃtica de comunicación hacia la opinión pública ha incurrido en riesgos e ingenuidades que han provocado el estupor de muchos ciudadanos y disonancias notables en el seno del propio Gobierno y del partido que lo sustenta.