«Il portavoce» recuerda la noticia más importante del año.
“Aquel último mes nos preguntamos cómo enfocar el trabajo, si mantener o no las distancias para proteger la vida privada del Papa. No hubo oportunidad de preguntárselo a él mismo. Quizá sí durante su primera convalecencia en el Gemelli, pero no más tarde. Además, no parecía oportuno”, continúa.
“Pensamos que si el Papa durante los años de enfermedad no había escondido nada, había asumido sus propios límites con mucha naturalidad y elegancia y los había convertido en mensaje pastoral, nosotros no podíamos “amputar” de su biografía personal aquellos últimos meses”.
Una decisión difícil, que no compartieron algunos altos cargos del Vaticano, pero que reunió ante el televisor a personas de todas las religiones. “La gente tenía la impresión de asistir a la muerte de un pariente cercano”, constata Navarro-Valls.
¿Cómo vivió usted aquellos días? “Mientras que en los briefings uno se debe mantener objetivo, dar los datos y sólo los datos, cuando un periodista me preguntó cómo estaba, se vio toda mi vulnerabilidad”. Se refería a la rueda de prensa del 1 de abril en la que no pudo contener las lágrimas y respondió que “en 26 años de Pontificado no he visto nunca a Juan Pablo II como hoy”.