Encíclica para católicos – ELPAIS.es – Opinión
Estos editorialistas de El País se miran tanto el ombligo y están tan encantados de ser así que a veces me mueven a la ternura. Como un crío de tres años que cree saber más que nadie y ve las cosas a través de su canuto particular.
Como se empeñan en juzgar a la Iglesia como un movimiento social más, si no encaja en el modelo se le encoge o se le estira, dependiendo de las necesidades. Por ejemplo, no tenía ni idea de que las anteriores encíclicas no fueran para católicos, a pesar de que en todas ellas pone A LOS OBISPOS, A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS, A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS.
«Es evidente que el nuevo obispo de Roma la ha dirigido sólo a los católicos, preocupado de que la fe, sobre todo en la vieja Europa, está en profunda crisis. Es un documento eminentemente doctrinal, en el que Ratzinger hace exhibición de su sabiduría teológica».
Estas elucubraciones me fascinan. La vieja pregunta del periodismo anglosajón es fundamental en estos casos: «how do you know?» ¿Te ha comentado el Papa que esa es la causa de su encíclica y que responde a esa crisis concretamente europea? Permíteme que lo dude, es más, permíteme que considere de hecho que te has montado una película y que escribes un argumento que te viene bien para manipular a los incautos.
«Resulta extraño que frente a los graves problemas que afligen al mundo en el presente siglo, haya preferido enredarse en los laberintos de la definición del amor; en marcar las diferencias entre amor erótico y amor espiritual».
Claro, es verdad, normalmente las encíclicas van sobre la deuda externa, el precio del petróleo, el poder emergente de China, el terrorismo, los desafíos tecnológicos y la balanza comercial americana… vaya idiotez que a un Papa católico se le ocurra hablar de las mismas cuestiones de las que hablaba su Fundador: insólito.
«El Papa ha querido contraponer la expansión de la pornografía al ideal del «amor puro», que no excluye, como ha puntualizado, el amor carnal y el placer sexual, siempre que sean ejercidos dentro del matrimonio y con fines de procreación. Benedicto XVI es firme al respecto: el «amor puro» sólo existe en el matrimonio entendido como unión entre un hombre y una mujer».
Por pornografía o pornográfico no me viene nada… lo he buscado en el texto y ni se menciona la palabra. ¿Por qué no ceñirse a lo que la encíclica dice y dejar de inventarse bolas? Y es realmente asombrosa la insistencia de Benedicto por mantener la doctrina católica.
«A diferencia de su antecesor, el Papa alemán fija límites a la acción directa de los católicos en la política. Afirma que «la Iglesia no puede y no debe tomar en sus manos la batalla política para realizar una sociedad más justa», algo que no gustará ni a los teólogos de la liberación ni a ciertos obispos conservadores que intentan intervenir hasta en las leyes que se debaten en los Parlamentos. La Iglesia católica, dice el Pontífice, debe limitarse a la «formación ética» de los cristianos y a ejercer, como hacían las primeras comunidades cristianas, la caridad con los necesitados y los que sufren.»
¡Vaya párrafo más manipulado! Obsérvese que las palabras extractadas de la encíclica ni siquiera son textuales y además están sacadas de contexto. Dice la Encílica: «La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien». Nótese la diferencia entre «por cuenta propia» y el «en sus manos» y, por si alguien tiene dudas, que consulte el texto latino.
El Santo Padre confirma lo mismo que dijera ya el Concilio Vaticano II: que los asuntos temporales tienen una justa autonomía y que esa autonomía es con respecto a la Iglesia, no autonomía de la justicia ni de la verdad y el deber de la Iglesia es recordar esos valores, o sea, lo que hacen los obispos cuando hablan de la naturaleza del matrimonio o de enseñanza libre.
Y lo que es de traca es que El País deduzca de las palabras de la encíclica que el Papa quiere una Iglesia que hable sólo en las sacristías y que haga caridad con los necesitados. Confunden sus deseos con la realidad.
«La encíclica propone a la Iglesia católica como la poseedora de un «Dios amor» y critica a quienes se sirven de la religión en clave de odio, violencia y venganza. Es importante resaltar que el que fue, como Prefecto de la Congregación de la Fe, vigilante de la ortodoxia, y en cuyo nombre juzgó y condenó a no pocos teólogos, haya querido dejar claro ahora que la religión jamás debe ser usada como instrumento de violencia contra otros.»
El párrafo final destila el típico odio irracional de Prisa hacia la Iglesia. Me gustaría que el editorialista dijera qué tiene que ver con la violencia el declarar que la doctrina de un teólogo no es católica. El País, todos los días, dice lo que le parece y no le parece correcto y progresista, ¿es eso violencia, odio y venganza?
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Encíclica para católicos
EL PAÍS – Opinión – 26-01-2006
La primera encíclica de un Papa es siempre esperada con interés y curiosidad, porque en ella suele reflejarse el rumbo que piensa dar a su pontificado. Nueve meses después de su elección, Benedicto XVI hizo pública ayer su primera encíclica titulada Deus caritas est (Dios es amor), de apenas medio centenar de páginas, en la que deja claro que desea dedicar su labor a reafirmar los fundamentos de la fe católica. Es evidente que el nuevo obispo de Roma la ha dirigido sólo a los católicos, preocupado de que la fe, sobre todo en la vieja Europa, está en profunda crisis. Es un documento eminentemente doctrinal, en el que Ratzinger hace exhibición de su sabiduría teológica.
Resulta extraño que frente a los graves problemas que afligen al mundo en el presente siglo, haya preferido enredarse en los laberintos de la definición del amor; en marcar las diferencias entre amor erótico y amor espiritual. El Papa ha querido contraponer la expansión de la pornografía al ideal del «amor puro», que no excluye, como ha puntualizado, el amor carnal y el placer sexual, siempre que sean ejercidos dentro del matrimonio y con fines de procreación. Benedicto XVI es firme al respecto: el «amor puro» sólo existe en el matrimonio entendido como unión entre un hombre y una mujer.
A diferencia de su antecesor, el Papa alemán fija límites a la acción directa de los católicos en la política. Afirma que «la Iglesia no puede y no debe tomar en sus manos la batalla política para realizar una sociedad más justa», algo que no gustará ni a los teólogos de la liberación ni a ciertos obispos conservadores que intentan intervenir hasta en las leyes que se debaten en los Parlamentos. La Iglesia católica, dice el Pontífice, debe limitarse a la «formación ética» de los cristianos y a ejercer, como hacían las primeras comunidades cristianas, la caridad con los necesitados y los que sufren.
La encíclica propone a la Iglesia católica como la poseedora de un «Dios amor» y critica a quienes se sirven de la religión en clave de odio, violencia y venganza. Es importante resaltar que el que fue, como Prefecto de la Congregación de la Fe, vigilante de la ortodoxia, y en cuyo nombre juzgó y condenó a no pocos teólogos, haya querido dejar claro ahora que la religión jamás debe ser usada como instrumento de violencia contra otros.
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