El proceso de paz – ELPAIS.es – edici�n impresa – Opinion

Hoy, en la secci�n de Opini�n de El Pa�s, Francisco Bustelo (1933), socialista, hace un ejercici� de falsificaci�n de la realidad tan brutal que produce mareos:

Mediante la rendici�n de una parte o bien con un armisticio, toda guerra, por larga que sea, tiene un final. Hasta la llamada Guerra de los Cien A�os lo tuvo. Ganen unos, ganen otros, la paz siempre es bienvenida, pues los conflictos violentos, incluso cuando luchan buenos contra malos, acarrean muertes, sufrimiento, dolor.

�Pero qu� guerra? �Se refiere usted a que aqu� hay dos ej�rcitos? �Resulta que ETA es un ej�rcito? �D�nde, cu�ndo y c�mo fueron las acciones del Ej�rcito espa�ol contra ETA? �En qu� torre de marfil ha estado usted en los �ltimos 40 a�os?

En la contienda, vieja de 30 a�os, entre el Estado espa�ol y el nacionalismo vasco radical, ambas partes han declarado su disposici�n a firmar la paz. Una buena noticia, dir�ase. �Por qu� entonces tantas reticencias de algunos? Seg�n el admirado Savater (EL PA�S de 10 de junio), los abertzales que defienden la violencia estar�an en las �ltimas y lo que proceder�a ser�a esperar a que declarasen p�blicamente su rendici�n. Esa posici�n es tambi�n la del Partido Popular y la de parte de las asociaciones de v�ctimas del terrorismo.

Oiga, usted no se entera de nada, ni siquiera de cu�ntos a�os tiene el terrorismo de ETA. Sus palabras son indicio de que en algunas mentes ETA ha ganado la batalla. O sea, que usted se cree efectivamente el postulado primero que ETA ha utilizado para justificar su actividad asesina: que hay un conflicto entre el Estado espa�ol (usted hasta asume la terminolog�a terrorista) y el nacionalismo vasco. Y que ese conflicto ha provocado una guerra. Usted, perdone que se lo diga as�, es un miserable. Usted, cuando un energ�meno apalea a una viejecita estar�a dispuesto a echar la culpa a la viejecita para que el energ�meno abandonara su actitud. �Una buena noticia y pelillos a la mar! Usted es capaz de justificar los asesinatos a sangre fr�a de cientos de inocentes con tal de que salga vencedora su postura, como m�s tarde en su texto queda claro.

Pero todo ello no quiere decir que el nacionalismo vasco radical est� vencido. Lo que s� parece es estar dispuesto a abandonar la violencia a cambio de quedar legalizado y de algo m�s. En ese m�s est�, claro es, el quid de la cuesti�n. Hablar con Batasuna no es as� el dislate que nos dicen los reticentes, sino un simple medio de averiguar, con luz y taqu�grafos si puede ser, qu� es lo que quiere esa gente a cambio de abandonar su apoyo a la violencia, es decir, a cambio de la desaparici�n de ETA. Entonces se ver� si lo que piden se puede aceptar o no. Pronunciarse de antemano sobre el particular parece, cuando menos, prematuro.

Esto es de aurora boreal, cualquiera dir�a que Batasuna y ETA son unos grupos de t�midos que, hasta el momento, no han aclarado sus intenciones. Mire, sus intenciones son un Estado vasco y socialista de siete provincias. Punto pelota, ya se lo digo yo. Sus intenciones son imponer ese estado vasco por la violencia y todos los medios a su alcance: propaganda, pol�tica, extorsi�n, chantaje… a�ada todo lo que se le ocurra. Si ahora ETA ha anunciado una tregua – no la entrega de las armas- es porque no tiene un duro y la presi�n ejercida sobre su m�scara pol�tica -Batasuna- est� cosechando sus frutos: ni un duro, poblada por topos, llena de mediocres, sin apoyos internacionales, sin ideas.

Pero, en estas, viene el PSOE a su rescate y usted es la muestra de lo que digo. Gente como usted que desean que el terrorismo no sea vencido sino asimilado en este Estado de Deshecho, en el que si uno mata lo suficiente durante el tiempo suficiente acaba obteniendo la recompensa de sentarse como interlocutor pol�tico en la mesa que decide qu� es Espa�a. Usted le da a ETA-Batasuna el protagonismo que no tiene en esta historia. Resulta parad�jico contemplar c�mo unos matarifes asesinos e ignorantes se convierten en «hombres de paz» en esta pantomima que ustedes est�n montando y que ahora los malos resulten ser los asesinados que se murieron por su pu�etero empe�o en ponerse en el medio del camino desde el Estado espa�ol al vasco.

La peor violencia es la mentira y, como dec�a la madre de Pagaza:

Ay, Patxi, ya s� que no me ense�ar�s los lugares donde estuve refugiada. T� me dijiste que mi vida hab�a sido triste. Fui una refugiada de guerra miserablemente pobre, crec� como la hija de un rojo represaliado, no pude votar hasta los cuarenta y cuatro a�os. Y despu�s vino el calvario de nueve a�os de ver sufrir a mi hijo, que ve�a llegar su propio asesinato. Se jug� la vida por defender la libertad, no por lo que parece que viene de vuestra mano, eso que pomposamente se anuncia como un proceso de Paz. Porque, Patxi, ahora veo que, efectivamente, has puesto en un lado de la balanza la vida y la dignidad, y en el otro el poder y el inter�s del partido, y que te has reunido con EHAK. Ya no me quedan dudas de que cerrar�s m�s veces los ojos y dir�s y har�s muchas m�s cosas que me helar�n la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamar�n valientes. �Qu� solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi. �Qu� solos estamos los que no hemos cerrado los ojos!

Y esto est� escrito hace m�s de un a�o, porque hace m�s de un a�o que se os veia venir de lejos, en vuestras ansias de claudicar con tal de permanecer en el poder.

Lo que s� puede hacer el Gobierno, con el respaldo del Parlamento, es no s�lo legalizar a Batasuna, siempre que condene la violencia y cumpla la Ley de Partidos, modificada o no, sino tambi�n ir liberando presos etarras de modo paulatino y conforme se vaya consolidando la paz. �ste, claro es, es un asunto delicado en el que entran en juego varios factores. Como primera providencia, esos presos pueden acercarse al Pa�s Vasco, lo que no parece presentar dificultades. M�s peliagudo es ir dej�ndolos en libertad, mediante indultos o disposiciones legales ad hoc. Ello es posible, pero depender� obviamente de que haya paz. En todo caso, tendr�a que hacerse progresivamente. Por aventurar algo, cabr�a pensar en que si hubiera confirmaci�n de la paz, en cuesti�n de meses se podr�a indultar a quienes no tuvieran delitos de sangre y en cuesti�n de a�os a los dem�s. Ello requerir�a como otra condici�n inexorable que cambiase el talante de los nacionalistas radicales. La paz vasca, por ejemplo, ser�a incompatible con recibimientos calurosos y homenajes a los liberados, que por muchos que fueran sus m�viles pol�ticos mataron alevosamente a adversarios, servidores del Estado, empresarios y simples ciudadanos.

Vaya usted a rendirse a la calle. Da verg�enza leer esta declaraci�n de falta de principios. El resto del art�culo, en seguir leyendo, si es que os quedan ganas.

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Mediante la rendici�n de una parte o bien con un armisticio, toda guerra, por larga que sea, tiene un final. Hasta la llamada Guerra de los Cien A�os lo tuvo. Ganen unos, ganen otros, la paz siempre es bienvenida, pues los conflictos violentos, incluso cuando luchan buenos contra malos, acarrean muertes, sufrimiento, dolor.

En la contienda, vieja de 30 a�os, entre el Estado espa�ol y el nacionalismo vasco radical, ambas partes han declarado su disposici�n a firmar la paz. Una buena noticia, dir�ase. �Por qu� entonces tantas reticencias de algunos? Seg�n el admirado Savater (EL PA�S de 10 de junio), los abertzales que defienden la violencia estar�an en las �ltimas y lo que proceder�a ser�a esperar a que declarasen p�blicamente su rendici�n. Esa posici�n es tambi�n la del Partido Popular y la de parte de las asociaciones de v�ctimas del terrorismo.

Es muy cierto que gracias a la labor policial y la cooperaci�n internacional, en particular la de Francia, ETA ha ido a menos. Como hasta los fan�ticos piensan a veces, tambi�n ha influido, al parecer, que finalmente se hayan percatado de algo evidente, a saber, que asesinatos, bombas y extorsiones no llevan a ning�n sitio.

Pero todo ello no quiere decir que el nacionalismo vasco radical est� vencido. Lo que s� parece es estar dispuesto a abandonar la violencia a cambio de quedar legalizado y de algo m�s. En ese m�s est�, claro es, el quid de la cuesti�n. Hablar con Batasuna no es as� el dislate que nos dicen los reticentes, sino un simple medio de averiguar, con luz y taqu�grafos si puede ser, qu� es lo que quiere esa gente a cambio de abandonar su apoyo a la violencia, es decir, a cambio de la desaparici�n de ETA. Entonces se ver� si lo que piden se puede aceptar o no. Pronunciarse de antemano sobre el particular parece, cuando menos, prematuro.

Los hay quienes leg�timamente preocupados, pero adelant�ndose a los acontecimientos, critican al Gobierno y a los socialistas vascos por las conversaciones, anunciadas, temerosos de que se pague un precio pol�tico excesivo. Otros, sin embargo, lanzan sus cr�ticas desde un juego permanente a la contra, lo que les quita casi todo su valor.

Sea lo que fuere, mucho precio pol�tico no podr� pagarse, pues ni el Gobierno, ni incluso la mayor�a parlamentaria que lo apoya, tienen facultades para ello, incluso si quisieran. Aparte de que quien lo intentara se suicidar�a pol�ticamente. Por ello, quienes temen un pago excesivo har�an bien en concretar esos temores, que se antojan vagarosos y alejados de la realidad.

Lo que s� puede hacer el Gobierno, con el respaldo del Parlamento, es no s�lo legalizar a Batasuna, siempre que condene la violencia y cumpla la Ley de Partidos, modificada o no, sino tambi�n ir liberando presos etarras de modo paulatino y conforme se vaya consolidando la paz. �ste, claro es, es un asunto delicado en el que entran en juego varios factores. Como primera providencia, esos presos pueden acercarse al Pa�s Vasco, lo que no parece presentar dificultades. M�s peliagudo es ir dej�ndolos en libertad, mediante indultos o disposiciones legales ad hoc. Ello es posible, pero depender� obviamente de que haya paz. En todo caso, tendr�a que hacerse progresivamente. Por aventurar algo, cabr�a pensar en que si hubiera confirmaci�n de la paz, en cuesti�n de meses se podr�a indultar a quienes no tuvieran delitos de sangre y en cuesti�n de a�os a los dem�s. Ello requerir�a como otra condici�n inexorable que cambiase el talante de los nacionalistas radicales. La paz vasca, por ejemplo, ser�a incompatible con recibimientos calurosos y homenajes a los liberados, que por muchos que fueran sus m�viles pol�ticos mataron alevosamente a adversarios, servidores del Estado, empresarios y simples ciudadanos.

Lo malo de quienes temen situaciones como la descrita es que su posici�n se mezcla con la de los ultraconservadores que piensan que lo que resulta inaceptable per se es un gobierno de izquierdas, haga lo que haga. As�, las conversaciones de paz habidas y por haber, secretas o p�blicas, se complican no s�lo por la dif�cil materia sobre la que versan, sino porque se producen en una coyuntura pol�tica de mucho enfrentamiento. Treinta a�os de democracia no son muchos, en t�rminos hist�ricos, y hoy, en raz�n de nuestro pasado, resurge algo que parec�a superado, a saber, la mentalidad de las dos Espa�as. Una de ellas estar�a constituida, a juicio de parte de la derecha, por una izquierda falaz, incompetente e incapaz de defender los valores sagrados de la patria y mucho menos de lograr la paz en Euskadi sin hacer concesiones inaceptables. La otra Espa�a, a juicio de parte de la izquierda, estar�a formada por unos reaccionarios extremos que nos quieren retrotraer a los tiempos del franquismo.

Cuesta trabajo aceptar que no pueda superarse tan nefasta polarizaci�n. Como pa�s desarrollado que somos, �no podremos tener una Espa�a donde todos los nacionalismos, incluido el espa�ol, se encuentren razonablemente satisfechos, sin que ninguno de ellos eche los pies por alto, y donde un centro-izquierda y un centro-derecha se critiquen en t�rminos civilizados y se alternen en el poder?

Ojal� se vaya aclarando el proceso de paz. No s�lo desaparecer�a con ello la lacra del terrorismo etarra, sino que una vez consolidada la Espa�a de las autonom�as, sin menoscabo alguno de la para algunos amenazada unidad de Espa�a, habr�a llegado el momento de corroborar que, pol�ticamente hablando, somos un pa�s avanzado. Hoy no es seguro que lo seamos.

Francisco Bustelo es profesor em�rito de Historia Econ�mica de la Universidad Complutense, de la que ha sido rector.