ABC.es: opinion – firmas – «Kadish» en Notre-Dame

POR JUAN PEDRO QUIÑONERO

La despedida de Francia al cardenal Jean-Marie Lustiger subraya de manera solemne la unidad esencial de la nación en sus más hondas raíces morales, cívicas, religiosas, políticas, institucionales.
El escenario, la catedral de Notre-Dame, ha ocupado durante siglos un puesto capital en los grandes acontecimientos de la historia nacional, de la coronación de emperadores a la liberación de París, que monseñor Lustiger recordó en su día con emoción, sin olvidar la heroica participación de los soldados españoles de la 2ª DB Leclerc.
La ceremonia comienza a las puertas de la catedral con un gesto emblemático. La Asociación de hijos de antiguos deportados hace ondear su bandera, para recordar el origen judío del cardenal católico que nunca renegó de su primera fe y trabajaba por la alianza de las dos grandes religiones de la Biblia.
En primera fila, escuchando el «kadish» (oración fúnebre judía, por el alma de los muertos), leído por Arno Lustiger, primo alemán del difunto, el presidente Nicolas Sarkozy (católico) representando a la República (laica), acompañado de François Fillon, (primer ministro, católico), Bertrand Delanoë (alcalde de París, agnóstico), Michelle-Alliot-Marie (ministra del interior, capaz de cantar los salmos en euskera).
A nadie se le oculta que la ceremonia que corresponde a un «príncipe» de la Iglesia, «hijo natural» del concilio Vaticano II, responde a la más estricta ortodoxia doctrinal, tocada de una «misión histórica». Lustiger pertenecía a la gran estirpe de los teólogos católicos, apóstoles de «una nueva evangelización del mundo, para combatir la moderna tiranía del relativismo». La unidad de Francia, en sus funerales, quizá recuerde que tal ambición moral va mucho más allá de las fronteras de cualquier dogma. Recuerdo a Allen Ginsberg, entonando un «kadish» por el alma de su madre.

Incluso la laica Francia se da cuenta de que no es laicidad esconder la religión, ni meterla en las iglesias, ni ningunear a sus personalidades, ni -al modelo Peces Barba- achacar a la Iglesia todas las maldades de la historia.

¿Alguien se imagina a Zapatero en el funeral de un obispo católico?