No soy jurista y no me he atrevido, por ahora, a leer la sentencia. Me da la sensación que muchos de los que opinan tampoco se la han leído y, si la han leído, tampoco la entienden.

Dicho esto, veo en los medios de comunicación, políticos y en los blogs de izquierdas una especie de triunfalismo extraño en el que, el mensaje final es: «se ha establecido la verdad de los hechos».

Me extraña, lo dudo, es más: no me lo creo.

En un juicio no se establece la verdad de los hechos, en ninguno, y menos en éste. Es conocida la distinción entre verdad formal -la establecida en un juicio- y verdad material -lo que realmente ocurrió-. En un juicio se puede establecer la primera que ojalá siempre coincidiera con la verdad material, pero raramente es así y en este caso parece que la misma sentencia deja constancia de que no se sabe quiénes fueron los cerebros. Lo que un juicio establece son certezas, no verdades.

Es, permitidme la comparación, como si hubieran condenado a de Juana Chaos por sus asesinatos sin vincularlo a ETA ni tener ni idea de qué pretendía, el muy animal, matando a 25 personas. Y sin saber, tampoco, que había una red de informadores, logística y financiera ayudando al asesino en sus propósitos.
Los juicios tienen limitaciones impuestas por el Estado de Derecho. Por ejemplo, si todos lleváramos un chip que diera cuenta de todos nuestros movimientos y conversaciones sería el paraíso de la seguridad y de la ausencia de libertad, pero afortunadamente no es así y hoy por hoy no tenemos ni idea de quién organizó el 11M.

Esto es bueno saberlo y tenerlo en cuenta, porque, en la medida en la que sepamos quién o quiénes organizan una matanza de 193 personas podremos prevenir las amenazas futuras.

Si el triunfalismo de la izquierda le hace pensar que todo está aclarado, me temo que estaremos simplemente a la espera de que otro atentado vuelva a decidir nuestro futuro político y nuestro futuro como nación.