Supongo que, como muchos de vosotros, durante estos días he estado pendiente de la «suerte» de Terri Schiavo. El tiempo corre en su contra y, simplemente, no puedo imaginar el sufrimiento de sus padres y hermanos al sentirse tan impotentes viendo morir de sed a Terri.
Parece simplemente kafkiano, profundamente desconcertante, que un hombre que ha decidido seguir su vida con otra mujer, pueda decidir dejar de alimentar a la mujer que ya no quiere y que su vida dependa de lo que él dice que dijo Terri hace años.
He intentado leer todo lo que ha ido saliendo durante estos días y nadie me ha convencido de que esto no sea un asesinato en toda regla, con la agravante de la crueldad. Ocho días sin beber ni comer, en una agonía que supongo que nadie querría para sí.
Si éste es el tipo de sociedad y de humanidad que nos espera, creo que nos estamos acercando peligrosamente a los momentos más miserables de nuestra especie, al egoísmo más brutal y despiadado. Y eso no se hace impunemente.