España se abona a la Antología del Disparate – cotizalia.com

Siempre me he negado a aceptar el eufemismo de interrupción voluntaria del embarazo. Interrumpir implica continuidad posterior. Y, en el supuesto que nos ocupa, de lo que hablamos es de terminación, que es algo muy distinto. Es fundamental que las ramas semánticas no nos impidan ver el bosque a la hora de abordar el problema. En cualquier caso, sobre este particular siempre me hago las dos reflexiones siguientes, que me atrevo a compartir con ustedes. Primera, no conozco a nadie que no haya pasado por la fase embrionaria que legitima un aborto. A nadie. El que esté libre de ese pecado, que me tire la primera piedra. La aceptaré con gusto. Segunda, no se sabe ni cuándo ni cómo el ser humano toma conciencia de sí mismo, lo que refrenda el absurdo de la personalidad civil derivada de vivir 24 horas separado del vientre materno. Tengo cuatro hijos y les puedo garantizar que el proceso de formación física y mental de mi prole es igual de acelerada dentro del vientre de su madre en las primeras semanas de gestación que ya fuera de ella como ser independiente. Sólo que llora de modo audible, reclama su comida y hay que cambiarle. Un cambio que se inicia en el momento cero y que proseguirá toda su vida. Hasta la muerte. ¿Dónde cortar?