¿En el grado cuatro del debate político? – ABC.es
Lamentablemente hay todavía un grado cuatro -al que aludía el anónimo comentarista con quien empezaba esta columna-, que estaba por completo ausente en España, pero empieza a aflorar, por fortuna de manera excepcional. En el grado cuatro ya ni siquiera se aparenta argumento alguno, sólo se insulta, y cuanto mayor sea la violencia verbal, mejor. Es ahora cuando aparecen términos como «vomitona», «baba», «mierda» y parecidas, que sólo pretenden rebajar al contrario a algo despreciable, merecedor de cualquier trato. Y se asegura, por ejemplo, que no estaría mal quemar los libros del contrario, poner una bomba en algún sitio como el Valle de los Caídos o regodearnos con la imagen de unos «milicianos sudorosos» que detienen a una monja para violarla. Y, por qué no, ya puestos, podemos vociferar «muera el borbón», para asegurar después que es un grito histórico, como si la historia lo absolviera todo y no fuera igualmente histórico el «mueran los judíos» o «los negros» . En el grado cuatro la estigmatización del contrario se da ya por supuesta; ahora se trata de su eliminación simbólica, paso previo a su eliminación material.
Desearle la muerte al adversario político, la violación a los que no piensan como nosotros o que les cuelguen, como ayer Fraga, es una muestra de la violencia, por ahora, verbal del debate público en España. Faltan ideas, propuestas, argumentos y se recurre al insulto y al deseo de eliminación del que no piensa como uno. Por desgracia, los blogs no son una excepción y en los comentarios y en los posts de algunos sitios se incurre sistemáticamente a la amenaza, ridiculización y despersonalización del oponente. Casi todos los días tengo que evitar que publiquen comentarios en este blog los sectarios neoprogres (no me atrevo a llamarlos ni progresistas ni de izquierdas). Debatir ideas es cada día más difícil, todo se plantea en términos de tremendismo y nulo interés por entender las razones ajenas.
Ayer leí un post de JJGN sobre Alejandro Llano que recomiendo vivamente. Llano, en una entrevista, habla bastante de la falta de debate inteligente en nuestro país, lo malo es que no da muchas soluciones. Yo tampoco las tengo.
Artículo íntegro
¿En el grado cuatro del debate político?
EMILIO LAMO DE ESPINOSA
Jueves, 11-12-08
Hace pocos meses me llamó la atención -y casi me espantó- leer en la página web de un importante medio de comunicación español un comentario fuertemente crítico de una columna recién publicada, comentario que transcribo casi literalmente: Soy de los «niños de Rusia», nací en Moscú. Me acuerdo muy bien de la represión comunista. He leído los periódicos de los 30, de los famosos procesos-espectáculos estalinistas. El estilo de este señor es exactamente igual que de cualquier editorial del «Pravda» de los años de la represión comunista más terrible…Me pareció una observación exagerada, pero me quedé con la preocupación, que traigo ahora de nuevo para hacer un comentario a aquel comentario.
El debate forma parte esencial de la vida social, ya sea de la crítica artística o literaria, de la producción científica o de la vida política. Sin él es difícil desarrollar argumentos y menos aun alcanzar consensos. Y de eso se trata cuando se discute: de convencer o ser convencido. La ciencia reposa en ese supuesto, pero también la democracia reposa en el supuesto de que los ciudadanos pueden ser convencidos y cambiar de opinión. Ahora bien, para que el debate no ahogue los argumentos y permita el cambio de opiniones deben respetarse algunas reglas. Por ello puede ser interesante tipificar los tipos de debate en función del grado en el que se alejan del modelo ideal de una democracia deliberativa, de lo que Habermas llamaría la «situación ideal de diálogo». Voy a intentarlo brevemente.
El debate perfecto, el grado uno del debate, por así llamarlo, sería aquel en el que las partes, reconociéndose mutuamente como interlocutores válidos, atienden sólo a los argumentos del contrario, que se discuten sin malicia y de acuerdo con los tres instrumentos de crítica clásicos: la coherencia interna y racionalidad del discurso, su ajuste con los hechos y evidencia empírica y, finalmente, la oportunidad formal y sustantiva del debate, si es o no procedente. Nada se dice, por supuesto, de la personalidad del contrario o de sus motivaciones, totalmente irrelevantes, pues la verdad lo es la diga Agamenón o su porquero y la diga por buenos o malos motivos. En ningún sitio está escrito que la mala bilis no puede tener razón o la bondad estar seriamente equivocada y no es infrecuente que un mal motivo pueda generar un excelente argumento. En general el debate científico se ajusta bastante a este modelo -que es su ideal- y por ello (por ejemplo) se tacha el nombre del autor de un texto a la hora de enjuiciarlo para su publicación, o se pide siempre una crítica motivada y razonada.
En el grado dos del debate se conserva el reconocimiento mutuo, pero aparecen ya estereotipos sobre el discurso que, más que analizar argumentos, los etiquetan y pre-juician. En buena medida es un proceder casi inevitable, incluso en el debate científico, como por ejemplo, al señalar que alguien desarrolla una tesis «darwiniana» o que su modelo es «keynesiano». Pero con ello se comienza una tarea peligrosa: la de discutir con un pelele virtual que nos fabricamos nosotros mismos. Pues esas etiquetas generalistas son, con frecuencia, pseudo-conceptos con inmensas áreas de penumbra que funcionan como estereotipos más que instrumentos del conocimiento. Por ello este grado dos es frecuente en el debate político, en el que las etiquetas «izquierda» y «derecha» dividen al universo entero, y ello a pesar de (¿o a causa de?) que cada vez transmiten menos información. ¿Es de derechas o de izquierdas el uso del velo en las escuelas? ¿Lo es ser nacionalista, preservar las identidades o el Volkgeist, apoyar la violencia en las luchas por la libertad, ser internacionalista, estar a favor de sanciones penales más duras? Qué más da, lo interesante no es quien tiene razón, sino quién es de los nuestros. Y no poco del llamado «análisis político» lo que busca es separar los nuestros de los otros, en una tarea de aduaneros / mamporreros del pensamiento que tiene como interlocutor a los observadores a quienes se amenaza: cuidado con pasarse al otro lado. Y florecen los inquisidores del pensamiento «correcto», una plaga post-moderna que, más que formar ciudadanos, genera borregos seguidores del grupo y su pastor (y temerosos de su capataz).
La comunicación con el interlocutor contrario (y la búsqueda de acuerdo) se desvanece por completo al alcanzar el grado tres del debate. Ahora ya no interesa argumento alguno, que es atribuible sólo a la malicia y perversidad o, como mucho, ignorancia, del contrario. El grado tres es así el paraíso de los maestros de la sospecha, especialistas en descubrir «intenciones espurias», «estrategias», «engaños», «cortinas de humo», «manipulaciones» o «conspiraciones». Y así el argumento ya no es incorrecto sino «artero», las tesis no son incoherentes sino «perversas», la gente no se reúne sino que «conjura», y así sucesivamente. Y aparecen etiquetas generalizadoras, verdaderos estigmas, como los aros amarillos de los judíos: «fascista», «rojo», y últimamente «neoliberal» o «neocon» (utilizadas, por cierto, como sinónimos). En el grado tres el contrario (más bien el enemigo), ya estereotipado, es públicamente encapirotado y despersonalizado. Y así se puede decir, por ejemplo, que quienes votan a los otros son unos «tontos de los cojones»; y no sólo lo dicen, sino que lo mantienen, ¡faltaría más! Aunque pueda parecer lo contrario este grado tres no es tan frecuente en el discurso político pero sí en el mediático-político, pues el nivel de ferocidad y agresividad de los columnistas / tertulianos es hoy muy superior al de los políticos profesionales. Al fin y al cabo en el hemiciclo hay cosas, bastantes, que no es de buen tono decir.
Lamentablemente hay todavía un grado cuatro -al que aludía el anónimo comentarista con quien empezaba esta columna-, que estaba por completo ausente en España, pero empieza a aflorar, por fortuna de manera excepcional. En el grado cuatro ya ni siquiera se aparenta argumento alguno, sólo se insulta, y cuanto mayor sea la violencia verbal, mejor. Es ahora cuando aparecen términos como «vomitona», «baba», «mierda» y parecidas, que sólo pretenden rebajar al contrario a algo despreciable, merecedor de cualquier trato. Y se asegura, por ejemplo, que no estaría mal quemar los libros del contrario, poner una bomba en algún sitio (como el Valle de los Caídos) o regodearnos con la imagen de unos «milicianos sudorosos» que detienen a una monja para violarla. Y, por qué no, ya puestos, podemos vociferar «muera el borbón», para asegurar después que es un grito histórico, como si la historia lo absolviera todo y no fuera igualmente histórico el «mueran los judíos» o «los negros» . En el grado cuatro la estigmatización del contrario se da ya por supuesta; ahora se trata de su eliminación simbólica, paso previo a su eliminación material.
Pues cuando emerge este discurso empezamos a estar más allá del debate, en el terreno del odio, y a un paso, pero sólo a un paso, de la violencia misma, del grado siguiente, del grado cinco, que es ya la acción. Quien es capaz de explicitar ese nivel de agresividad y ferocidad está abandonando el terreno de la palabra para activar el odio, la venganza y la violencia. Pues tras separar y aislar (grado dos), y deshumanizar y humillar (grado tres), ahora (grado cuatro) la palabra marca como una diana a la espera del disparo, y más que una palabra es una interjección que anima a la acción, invita a la censura, a no dejar hablar (como pasa ya con inusitada frecuencia en las Universidades), a la amenaza física, la detención, el paseo, eventualmente el asesinato político. El grado cuatro es ya la guerra, aunque por otros medios, y por eso sólo recuerdo haberlo visto cuando, hace ya muchos años, tuve que leer la prensa de la España de la República de los años 34 a 36, y observé el nivel creciente de polarización, odio y estigmatización que llevó a la misma confrontación.
Hoy tenemos muy poco grado uno, bastante del dos, no poco del tres y aflora ya el cuatro. No sobraría que quien tiene hoy la responsabilidad de conducir el debate político (por cierto, defensor de la democracia deliberativa y la ciudadanía virtuosa), hiciera alguna declaración rechazando radicalmente ese «estilo» . Reconducir el debate a lo que debe ser no es trivialidad alguna; es restablecer el espacio de la palabra y, por lo tanto, de la democracia misma.
11/12/2008 a las 23:03
cómo dice el dicho… «siembra vientos y cosecharás tempestades»
o, como decimos en alemán: «evita los comienzos…»
siempre lo he dicho: ese lenguaje, esa agresividad, esa falta de cultura… ya voy a hablar de diálogo, pero al menos de la conversación entre personas que piensan distintos pero que no se ofenden entre sí…
No porque una persona piense distinto a mí es un… estúpido.
Saludos y lo siento!
12/12/2008 a las 02:26
Realmente es un gran artículo. Muestra de forma muy clara y esquemática la deriva de podredumbre en la que está sumida la vida pública española ultimamente. Me lo aconsejaron esta mañana, lo leí y también lo referencié en mi blog. Debería ser lectura obligatoria en las clases de Educación para la Ciudadanía…
16/12/2008 a las 15:18
Marta me remite aquí. En mi opinión, hay una explicación básica: la mala educación (en los dos sentidos), quien no sabe no puede argumentar. Basta oír hablar a los políticos para tener la sensación de que se dirigen a subnormales.
Una razón episódica es la de que quienes hace unos años se llenaban la boca con la palabra «diálogo» están ahora en el poder, y como se creen en posesión de la verdad, no les cabe en la cabeza que haya quienes (tontos de los c…, Castro dixit) no estén de acuerdo.
Para colmo, la visceralidad siempre ha sido más fácil que estudiar, pensar y trabajar, que es más fatigoso.
18/12/2008 a las 12:28
Off topic, Montse.
¿Qué te parece la rebaja fiscal de Zapatero para los banqueros?
http://www.libertaddigital.com/economia/el-gobierno-rebaja-a-escondidas-los-impuestos-a-los-banqueros-y-sus-ejecutivos-1276346403/
Este hombre se empeña en subir los impuestos a las clases medias y bajarlos a los ricos… Esto es el socialismo.
18/12/2008 a las 20:42
Falso, los famosos 400 euros de Zapatero, que vosotros descalificasteis hasta la saciedad, fueron mediante una rebaja en el impuesto del IRPF, otra cosa es que la medida haya sido efectiva o no, los padres de cada niño que nace en España reciben 2500 euros, ¿alguien recuerda como Rajoy, en su momento y estando en el gobierno Aznar, congeló los sueldos a los funcionarios o como quería quitar las becas? .
El Gobierno socialista ha tenido errores, sin duda alguna, pero como el debate político, por desgracia, se asume en términos de blanco o negro, en este país enseguida se pasa del argumento a la demagogia, o lo que es peor, al insulto.
Cambiaelmundo lo que dice Castro es lo que dice Castro, no intentes que esas declaraciones representen a todo el PSOE o a toda la izquierda porque yo, lo que ha dicho Fraga de colgar a los nacionalistas, no lo atribuyo al conjunto del PP sino a Fraga.
Respecto a lo que comenta Montse estoy totalmente de acuerdo. Faltan más argumentos, más archivo de hemeroteca y más sensatez en las declaraciones de los políticos (de izquierdas y derechas, de nacionalistas y de no nacionalistas).
19/12/2008 a las 12:44
Vayamos por partes, Thomas, lo de los 400 no es una rebaja fiscal.
Una rebaja fiscal es lo que Zapatero le ha regalado a Botín: cambiarle el tipo impositivo del 43 al 18%.
El Gobierno de Aznar no quitó becas.
El Gobierno de Aznar quitó el impuesto de actividades económicas para los autónomos. Le estoy muy agradecido.
El Gobiero de Aznar aprobó la principal ampliación del permiso de paternidad y maternidad. El PP también aprobó una deducción mensual de 100 euros para madres asalariadas.
Repito: en 2008 el PSOE me ha encarecido un 14% la cuota de seguridad social, y lo hará un 7% en 2009. Esto es subir impuestos de una manera brutal.
Repito: soy uno de esos millones de españoles que ganamos más de 20.000 euros al año, pero menos de 50.000 y que no hemos sido «beneficiados» de la trola esa de los 400 euros. Soy autónomo.
Rebaja fiscal es hacer que los que pagan 15 paguen 12, y los que pagan 20 paguen 18… Eso no lo hace el PSOE.
Es más, el PSOE no ha deflactado los tramos del IRPF, de manera que está subiendo impuestos al ritmo del IPC. Es decir, que el IPC está actuando como instrumento indirecto de presión fiscal.
Lo que dices de Castro resulta vergonzoso. Nadie del PSOE ha criticado las palabras de Castro: todo el PSOE (desde Zapatero) lo ha respaldado abiertamente. Por el contrario, Esperanza Aguirre ha criticado las palabras de Fraga. Y repito que Espe no es santa de mi devoción.
21/12/2008 a las 03:09
Lo de los 400 euros es una realidad constatada y constatable. Otra cosa es que tus beneficios como autónomo te impidan acceder a esa rebaja del IRPF.
«El Gobierno de Aznar quitó el impuesto de actividades económicas para los autónomos. Le estoy muy agradecido»
Me alegro, pero no todos somos autónomos y cuando las cosas van bien en la economía de mercado también a los autónomos les va bien, eso es la ley del libre mercado que tanto os gusta para unas cosas y tampoco os gusta cuando van mal. A nadie se le obliga a ser autónomo, como a nadie se le obliga ser asalariado.
Rajoy, y/o el Gobierno de Aznar, congeló el sueldo de los funcionarios y redujero las becas de manera drástica. En las dos legislaturas del PP descendió el número de becarios en 357.000.
Además no se por qué te preocupa lo de las becas y las ayudas que quite o de el Gobierno cuando tú ya te has declarado anti-Estado. Claro anti-Estado para lo que interesa.
Lo de Castro es un tema que ya está agotado aunque vosotros os empeñeis en hacer leña de un árbol caído. Fueron unas declaraciones desafortunadas lógicamente, igual que las de otros políticos en otras circunstancias.
22/12/2008 a las 05:09
Thomas: «Otra cosa es que tus beneficios como autónomo te impidan acceder a esa rebaja del IRPF»
No te enteras, Thomas.
Los autónomos no tenemos acceso a esos 400 euros por el mero hecho de no tener salario. Da igual si ganamos 1.000 ó 10.000 euros. No tenemos eso porque somos autónomos.
El dato de las becas que das no es cierto. Se trata de un dato falso que sacó el PSOE y que no tiene demasiado argumento: transferencia de competencias a CCAA, descenso del número de niños en edad escolar por envejecimiento poblacional, etc.
Tú lo dices, soy anti-Estado para todo lo que me sea positivo. Esa es la idea. El Estado es un instrumento de servicio social, no de control social. Si funciona mal, fuera. Si restringe libertades, fuera. Si implanta clientelismo, fuera.
«Lo de Castro es un tema que ya está agotado»
Vaya, de modo que vosotros decís cuándo un tema está agotado, y cuándo otro tema (la época de Aznar que acabas de citar) no está agotada y hay que debatirlo (y tergiversarla en tu caso).
22/12/2008 a las 06:30
Thomas, te agradecería que me aclarases una cosa.
Por lo que leo (y corrígeme si me equivoco), parece que te da igual que el Gobierno nos discrime de los 400 euros a los aútonomos. Y parace que te da igual que nos encarezca la cuota de la seguridad social por encima del IPC, e incluso el 14% el año pasado.
Sin embargo, da la impresión de que te escandalizas por que Aznar congeló el sueldo de los funcionarios. Parafraseándote, nadie los obligaba a hacerse funcionarios.
¿Estoy equivocado, o te parece bien lo que este Gobierno nos hace a los autónomos, y a la vez te parece mal lo que Aznar hizo a los funcionarios (a los que no podía echar)?
Por cierto, Thomas, a un autónomo le va bien cuando trabaja. Son las 5.20 de la mañana de un lunes y te escribo esto en medio de unas tareas que he de realizar. A un autónomo le va mal, cuando no trabaja.
Y te repito: no comulgo con el liberalismo. Lo que no significa que no comparta algunas cosas del liberalismo, como su defensa de la libertad, en especial de la libertad personal frente al Estado.
El mundo es mucho más amplio que Zapatero y Jiménez Losantos.
Repito. Los 400 euros NO es una rebaja de impuestos. El tipo impositivo es el mismo de antes, menos para Emilio Botín (me alegro por él). Los 400 euros se concedieron a alguna gente, por medio de una chapuza puntual en las nóminas de asalariados durante uno o dos meses. Y ya está. Esa gente sigue cotizando el mismo IRPF que antes.