El periodismo está hoy de celebración. Se presenta hoy en Madrid la edición crítica de un libro de 1968, Conversaciones con Monseñor Escrivá. A Escrivá le hemos ido sacando el monseñor y le hemos puesto el único tratamiento que tiene alguna importancia en el cristianismo. Ahora se llama San Josemaría.
En algún lugar leí que el fundador de la Universidad de Navarra, San Josemaría, quiso que los estudios de periodismo fueran de los primeros en iniciarse en esa Universidad. Fue consciente de la importancia de los medios desde muy joven, en sus biografías se recogen abundantes testimonios y estos días precisamente me he enterado de unas palabras suyas redactadas en 1946 y que chocarían a la mayoría de los dircom actuales, no digo nada a un relaciones públicas de los años 40: «Es justo que de buena fe y hasta con deseos de ayudar nos hagan preguntas que, en no pocas ocasiones, parecen o son agresivas». A ver qué político, banquero o empresario lidia con eso.
Mi aportación a la celebración del periodismo es el relato de un fracaso.
En agosto de 1990, una amiga y yo nos fuimos en mi Fiat Uno hasta Checoslovaquia. No relato por qué fui, es una historia larga aunque interesante, la dejo para otra ocasión.
Entre otras cosas que quería hacer en Praga, menos de un año después de la caída del régimen comunista, estaba entrevistar al cardenal Tomasek, un hombre de 90 años que había pasado la mayor parte de su vida en un régimen sin libertad.
Había contratado a una periodista checa para hacer de traductora, trabajadora de la radio estatal. El cardenal Tomasek estuvo distante, serio, poco cooperativo, la verdad. Ni una respuesta interesante a mis inútiles intentos de que contara algo sobre su experiencia bajo la bota comunista. Pasaban los minutos y mi tiempo se iba agotando, aquello tenía toda la pinta de no dar ningún fruto.
Por fin, se levantó e indicó que tenía otros compromisos. Le di las gracias y abrí mi cartera, en donde llevaba un regalo para el cardenal; un libro que se había editado hacía poco en España: «Huellas en la nieve», un libro de ilustraciones sobre los primeros años de la vida de San Josemaría.
Cuendo lo vio, el adusto cardenal se convirtió en un anciano políglota, que empezó a hablar castellano italianizado, entre sonrisas, diciendo que había conocido a San Josemaría, que le había pedido que el Opus Dei fuera a Praga, que le había apreciado mucho. En fin, estaba claro que me había equivocado absolutamente en el orden de los hechos. Si hubiera empezado por darle el libro aquello podría haber sido una entrevista cordial.
Después me he enterado de que el cardenal Tomasek había declarado esto sobre San Josemaría: “son conocidas su ejemplar vida cristiana y sacerdotal, modelo para la Iglesia. Son conocidos universalmente su gran amor y su entrega a la Iglesia Católica y al Romano Pontífice, y su fecundo apostolado con los laicos, a quienes con su ejemplo y entrega formaba para la evangelización del mundo, y su labor ecuménica”.
O sea, celebrar el periodismo también es aprender a meter los clavos por la punta.