Sara Carbonero, que ejerce como periodista de deportes en Telecinco, no tiene el título de licenciada. Tampoco Carles Francino ni Angels Barceló. No tienen la licenciatura en periodismo ni en nada, porque el director de El País es químico, por ejemplo.

Se suele argumentar que el periodismo es un oficio, que se aprende ejerciéndolo. Sería el único caso en que un oficio se considerara que no necesita estudios previos, porque para ser carpintero o peón de albañil hay cursos de formación. En este caso no, se considera que las redacciones no sólo son las mejores, sino las únicas escuelas. Sólo hace falta ver el periodismo que se hace en España para darse cuenta de que entonces estamos ante la retroalimentación de los mismos vicios y rutinas de las viejas redacciones como único criterio para ser periodista.

Por otra parte, los oficios se ejercen bajo la dirección de quien proyecta la obra, normalmente con una titulación universitaria. Si el periodismo es un oficio, ¿quién dirige y proyecta el medio de comunicación? No tiene mucho sentido que para hacer un edificio se considere necesaria una titulación, o para dictar justicia, o para comunicar una materia docente cualquiera; pero resulte innecesaria una titulación para explicar la realidad o para proyectar los contenidos de un medio de comunicación.

Esto tiene que ver con el desprestigio de las humanidades, un desprestigio buscado y trabajado desde hace años, que tiene que ver bastante con el desprecio del conocimiento no empírico. La historia, la literatura, la filosofía o la comunicación no se estudian, el país está lleno de adanes que un día tuvieron una idea o leyeron un libro y se creen que son los únicos que han llegado a tanto conocimiento: “Un Descartes no leído nos determina, tanto si lo queremos como si no” (Hans Jonas), así que conviene leer para adquirir por lo menos ese principio de la sabiduría que enseñaba Socrates: «sólo sé que no sé nada». El otro día le oí decir a alguien una frase muy sugerente: lo que se puede demostrar empíricamente en realidad no nos interesa y lo que nos interesa, no se puede demostrar.

Otros motivos que se suelen aportar para desprestigiar las titulaciones relacionadas con la comunicación son del tipo: «cuando salen de la Facultad no saben hacer periodismo o publicidad». Me gustaría saber si hay alguna titulación que te convierta en un profesional sólo con darte el título: yo no me pongo en manos de un recién licenciado en Medicina ni harta de vino, ni le encargo mi defensa ante un tribunal a un recién licenciado en Derecho.

Pero el motivo que, en mi opinión, justifica más profundamente la existencia de las Facultades de Comunicación es que el periodismo, la realización de productos de información o ficción no puede quedar solamente en manos de las empresas ni, por supuesto, del estado. Si no hay instancias que reflexionen sobre la comunicación, al margen de intereses económicos y de poder, estamos en manos muy peligrosas. Con esto no pretendo decir que las facultades de comunicación españolas sean idílicos y fecundos espacios de pensamiento, reflexión y creatividad, pero algo se está haciendo para poner coto al mediocre periodismo nacional.

Probablemente el usuario de comunicación, incluso el profesional de la comunicación, no está muy enterado de los efectos de la investigación en comunicación. Seguro que no, pero le diría lo que se ha dicho tan acertadamente sobre otros temas:  si piensas que la investigación y la formación en periodismo son ineficaces (obsoletas, insuficientes, desacertadas) prueba con la ignorancia y la mediocridad.