Cuando los hombres son viejos, los eligen Papa.
Se sentarían a acariciar a sus nietos o dormirían siestas interminables, si fueran como los otros hombres. Alguien les pondría las zapatillas cerca, para que se las pusieran al llegar a casa; leerían el periódico al revés, empezando por las esquelas, y fumarían a escondidas.
Pero a los hombres viejos que los eligen Papa, les suena una canción en la cabeza: «cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará adonde no quieres. Sígueme».
Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va.