En 1985, en la tarde del Domingo de Pascua, en un patio interior del Vaticano, el «cortille de San Damaso», unos cientos de universitarios pasaban un rato de entretenimiento con el Vicario de Cristo en la tierra.
Una joven australiana le dio un boomerang como regalo: «Santidad, el sentido del boomerang es que siempre vuelve al que lo lanza. Yo se lo doy para que nos lo traiga de vuelta».

En esta tarde no puedo sustraerme de las numerosas imágenes que tengo de Karol Wojtyla en mi mente. No sabía qué escribir, si un post informativo o un post personal…, pensé que la información sobreabunda sobre este hombre histórico, nos anega, así que iba a escribir sobre lo que yo sola podía decir, aunque no sea muy importante.

Ya he dicho que he tenido la suerte de verle en numerosas ocasiones y, como repite muchísima gente, aunque hubiera una multitud daba la sensación de que había un «eye contact» individual con cada uno y cada una.

Me gustaría trasladar lo que este Papa significa para una católica practicante que, además, ha tenido la oportunidad de cubrir como periodista algunos eventos del Santo Padre.

Polonia

El acontecimiento más impresionante vivido por mí con el Papa fue la Jornada Mundial de la Juventud en Czestochowa, el 15 de agosto de 1991. Fui a cubrirlo como periodista y pude entender algo del humus en el que se había criado Karol Wojtyla. Multitudes humildes estaban ante el Santuario de la Virgen para ver al Papa y multitudes estaban pacientemente rezando sin ver ni oír apenas nada tras el Santuario. Tenían una motivación espiritual tan fuerte que no necesitaban verle para estar con él.

No tenían apenas nada, acababan de salir del comunismo, pero eso poco que tenían lo compartían. Por ejemplo, recuerdo que la mañana del 15 buscaba un taxi para llegar al Centro de Prensa, desde donde salían los autobuses de los periodistas. Vi acercarse a un coche y lo paré, pensando que era un taxi. Me subí rápidamente detrás y le dije «Zentrum prasova». El hombre condujo en silencio y, cuando llegamos, le hice un gesto con la mano y en inglés «How much is it?». Negaba con las manos y la cabeza, no quería nada, no era un taxista.

El día 14, Don Álvaro del Portillo había celebrado la Misa para los jóvenes de habla española en una iglesia construida con las manos de los polacos. Como estábamos sentados en el suelo, en las escalera, apoyados en las paredes, salimos todos blancos de allí, ya que estaba todavía encalándola. Se celebraba ese día la fiesta de San Maximiliano Kolbe, el sacerdote polaco que murió en Auschwitz al cambiarse por un padre de familia.

Ya conté en otro post, cómo le recuerdan de niño sus amigos de la infancia. Creo que es muy importante, extraordinariamente crucial en su personalidad, el sentido de la amistad que tenía. Establecía lazos afectivos hondos y duraderos. Ayer contaba una amiga suya polaca que estuvo este mes de enero cenando en el Vaticano con él y con su nieto de 12 años. Cada uno sentíamos que éramos su amigo, que nos quería a cada uno. ¿Cómo es esto posible? Pues supongo que porque igualmente Jesucristo estaba rodeado de muchedumbres que se sentían individualmente queridas, aceptadas y atendidas; porque Dios dilata la capacidad de querer de sus amigos y nadie se siente solo al lado de un santo.

Salir en busca del hombre y de la mujer

Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares: Juan Pablo II “tiene una enorme capacidad de amar de un modo personalizado. Y porque ama, es libre. Libre de esquemas preestablecidos, libre de abrazar a todos los hombres. Aquello que él hace, por medio de su ministerio, adquiere una dimensión tal, un peso tal, una influencia tal, que no se le puede comparar con ningún otro personaje contemporáneo”.

Mary Ann Glendon cuenta que cuando la nombraron delegada de la Santa Sede en la Conferencia de Pekín, fue al Vaticano en espera de instrucciones sobre lo que tenía que decir. «No hay instrucciones, simplemente piensa que tú eres la voz de las mujeres sin voz».

Su carta apostólica Mulieris dignitatem es una encendida defensa de la mujer y de su dignidad. El Papa -reflexionaba Glendon- ha contado con las mujeres porque quería oír lo que ellas tenían que decirle, no quería decirles lo que tenían que pensar sino que quería que las mujeres construyeran un nuevo feminismo.

La Secretaria General de esa conferencia de Pekín, la Gertrude Mongella, se había reunido meses antes con Juan Pablo II. Al término de la entrevista comentó que “si todo el mundo razonará como Juan Pablo II, no sería necesario celebrar conferencias de esta clase”

Mujeres como Maria Antonietta Macciocchi, feminista de izquierdas, han mostrado su admiración por la obra en favor de la mujer de Juan Pablo II.

Mijail Gorbachov dijo de él: «Juan Pablo II es sobre todo un Hombre, un Hombre con mayúscula. Y él es el defensor del hombre, de toda la humanidad. El defensor de los derechos humanos sin hipocresía, un defensor sincero y perseverante…Él es un verdadero apóstol de humanismo».

«Sólo Cristo conoce el corazón del hombre», fueron palabras de su primer mensaje a la humanidad como Papa y hoy lo recordaba el cardenal Angelo Sodano, este papado ha sido un recorrer las plazas del mundo para ir a buscar al hombre, a la mujer, allí donde estuviera.

El Papa unido a Cristo

Toda la categoría humana de Juan Pablo II sería objeto de una admiración que se desvanecería en poco tiempo, pero la fuente de su grandeza está en haber sabido poner su persona al servicio de Cristo. Los católicos pensamos que la vida cristiana es una progresiva identificación con Jesucristo. No sólo se trata de vivir con Cristo sino de que Cristo viva en mí. ¿Cómo? Mediante la oración y los sacramentos.

Juan Pablo II era un hombre de profunda vida interior. Joaquín Navarro Valls contaba que, al escribir, ponía una pequeña oración, una jaculatoria en cada página, como encabezamiento. De esa forma, su trabajo y su oración se entrelazaban.

En otro post anterior conté que sus decisiones las tomaba ante el Sagrario, ante Dios. Cuentan también que en numerosas ocasiones en sus viajes pasaba largas horas de la noche en oración y se levantaba, como siempre, a las 5:30 de la mañana.

Estoy convencida de que todo aquello que recemos por él, volverá como un boomerang a la tierra y pronto veremos -creo que ya lo estamos viendo- una nueva primavera en la humanidad y en la Iglesia.

Gracias, Karol Józef Wojtyla.