La vieja Castilla calla hasta que levanta su voz – sociedad – elmundo.es
Porque si ha sido proclamado el abandono de Soria y Teruel, esta comarca incrustada entre ambas padece idénticas enfermedades, pero quizás su silencio sostenido ha finalizado. En las voces recogidas por los telediarios sonaban: «¡Nos han abandonado!», «¡Un poco de atención!», «¡No nos olviden después de este desastre!». Quizás estos gritos no se referían solamente a este último fin de semana… quizás se referían al pasado, y lo que es peor, quizás se referían al futuro.
(…)
Pero quizás, aún es más grave la falta de adaptación a las circunstancias. Será la burocracia poco entendida por gentes sencillas de pueblos de poco más de 100 habitantes. Quizás la escasa experiencia en fuegos y el superfluo conocimiento del terreno y de los vientos de los naturales de la zona, hacen que su percepción sobre la gravedad del conato sea incorrecta.
¿Pero cómo es posible que se necesiten más de 24 horas para confirmar su gravedad y movilizar dotaciones en provincias anexas, incluso al Ejército localizado en Madrid, ciudad que se encuentra tan lejos que necesitas unas 2 horas para llegar al lugar del incendio? ¡Mi gente será incapaz de comprender que para llevar a Guadalajara al Ejército o cualquier otra dotación de ayuda, es necesario más tiempo que para movilizarlos a otra parte del mundo!
Leyendo este escrito de José Luis G. Lafuente, un ingeniero nativo de la zona quemada en Guadalajara, he visto casi punto por punto la descripción de lo que sentíamos durante los angustiosos días del Prestige.
En aquellas fechas escribí algo que se puede, con ligeras modificaciones, escribir ahora mismo y que, como podréis ver, es lo mismo que siente Lafuente:
Estas semanas están siendo inquietantes para todos los gallegos. Estamos constantando con nuestros propios ojos que ni la Administración gallega ni la española tienen nada previsto para ningún tipo de emergencia. No hay barcos anticontaminación, no hay remolcadores para alta mar (el Alonso de Chaves tuvo que venir de Gijón, aunque antes estaba en Galicia). No hay una cadena de mando organizada para una circunstancia excepcional, Protección Civil es una entelequia, el Ejército no tiene agilidad para plantarse en una zona del territorio español en horas, no hay material para hacer frente a una amenaza contaminante (trajes, máscaras y guantes) que podría haber afectado a toda la población que hubiera estado inerme. Terrible constatación, ver que una administración local, otra provincial, otra autonómica y otra nacional sólo se solapan en el gasto con brillo propagandístico (festejos, cultureta e inauguraciones varias) mientras la estructura de un país desarrollado se desvanece en el aire.
Y ante esta especie de pantomima triste de personajes corriendo hacia ninguna parte, en vez de encontrar un gesto de arrepentimiento y de enmendar la actitud, pidiendo perdón, nos encontramos con unos gobiernos en Madrid y Santiago que siguen negando la información que dan los hermanos portugueses, que informan con 24 horas de retraso. Las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo son las siguientes estaciones de este viacrucis que ya pesa tanto. Las manos de los pescadores son las únicas manos que veréis limpiando las rías, algunos jugándose la vida, recogiendo el fuel con espumaderas pensadas por ellos, con redes tejidas por ellos, transportadas con sus bidones y en sus barcos. La Administración está ausente.
La impotencia de verse abandonado por la Administración tiene unas consecuencias sociales y políticas que se van a reproducir aquí. Ese abandono se toma como la gota que colma el vaso de la indignación. Los resquemores, las desconfianzas y las distancias con la Administración se amplían, la sociedad se da cuenta, de repente, de que Papá-Estado es en realidad un tirano que te deja en la cuneta cuando lo necesitas.
El problema es viejo: la burocracia española intenta llevar ella sola el peso de todo tipo de iniciativa y se muestra, al mismo tiempo, como la Administración más ciega, incompetente e imprudente de todo el entorno.
No en este artículo, sí en otra pieza que no lo logro localizar, los lugareños se quejaban de que no les habían hecho caso sobre la importancia del fuego, ni sobre cómo iba a evolucionar. ¡Ellos lo sabían porque estaban, hace años, acostumbrados a apagarlos ellos solos! La misma prepotencia que se produjo con el Prestige se reprodujo aquí.
No creo que se trate de nuevas leyes -el viejo y rutinario sistema español de solucionar las cosas- sino de actitudes. Si no se escucha a los vecinos, si no hay limpieza de matorral, si se dilata la respuesta hasta que no queda más remedio, si se embrollan los datos para evitar dar la cara, ¿de qué servirán tantas leyes?