Frecuentemente se habla, sobre todo desde las Administraciones Públicas, de la importancia del asociacionismo, de la participación de los ciudadanos, de la expresión de las ideas y opiniones, de la influencia en la marcha general de la sociedad con el apoyo de todos… Frases hechas, comodines verbales de los políticos de turno para esconder con iniciativas insulsas la falta de libertades reales a la hora de opinar y de influir en lo que deciden unos pocos.
En estos días, la plataforma Hazte Oir ha realizado otra iniciativa en la Red: un e-Referéndum, una votación electrónica sobre el tema del pseudo matrimonio homosexual.
Hay que tener en cuenta que este referéndum electrónico no deja de ser un brindis al sol. Se toman los datos personales del votante, sobre los que se supone se harán comprobaciones de identidad; pero es un pobre sistema de escasa fiabilidad. Por si fuera poco, la convocatoria para votar en este e-Referéndum se ha difundido más entre los partidarios y simpatizantes de la plataforma a pesar de la buena voluntad de sus organizadores, por lo que hay un claro escoramiento de los votos hacia el NO al pseudomatrimonio inventado por el Gobierno. Es decir, la representatividad de esta votación es nula. Hubiera necesitado, como mínimo, que esta iniciativa hubiera sido conocida por toda la sociedad española; y además, que todos los mayores de 18 años hubieran tenido acceso a Internet. Estamos pues ante un intento más de capitalizar Internet para apoyar unas posturas públicas determinadas. Es dudoso que este e-Referéndum tenga alguna validez ni siquiera como indicativo de tendencias, aunque puede tener un nivel de credibilidad alto similar al de la recogida de firmas: si hay un gran número de ellas, su importancia no puede ser ignorada. Como muestra estadística opino que no vale nada, pues no tiene ningún control real sobre el universo de votantes y su identidad puede ser falsificada fácilmente, lo que haría necesarias unas cifras enormes de votos para que el error estadístico fuera suficientemente bajo.
Sin embargo, es un hecho que la sociedad española demanda otras formas de expresar su opinión y que ésta sea tenida en cuenta, más allá de las encuestas precocinadas del CIS o los votos cada cuatro años. No es de recibo que los voceros mediáticos del Gobierno o de la oposición se arroguen a cada momento la portavocía de la sociedad, manipulando las conciencias, aprovechando la mudez congénita de nuestro sistema democrático. Lo ideal sería tener referendos y consultas en las grandes cuestiones (y en algunas de las menores); quizás el estilo americano de aprovechar las elecciones de representantes para preguntar por “todo” fuera una solución… cara, compleja, pero democrática en definitiva .
Ahora bien, Internet está ahí desde hace años. No es nada fácil, quizás hoy día todavía es inviable, que se pueda votar desde casa por la Red. Pero es cuestión de investigar y de probar métodos de control de la identidad y de la confidencialidad, métodos fiables que permitan garantizar la limpieza de las consultas. Y este asunto no es sólo una curiosa posibilidad tecnológica: es probablemente el mejor método futuro para que la ciudadanía sea consultada realmente a la hora de tomar decisiones que están más allá del ámbito y la capacidad de ningún político o grupo de políticos.
La “soberanía” es del pueblo, que la delega en el Parlamento. Pero un Parlamento descafeinado donde prima la “disciplina” de partido -y no el libre pensamiento y discusión que es su razón de ser original- y donde todo es negociable sin que la ideología tenga casi nada que decir, no es un receptáculo aceptable de la soberanía popular.
Del mismo modo que tampoco es aceptable que un partido, ningún partido, se considere legitimado -en el mundo real, no en el de las utopías mentales de algunos- a ejecutar determinados cambios radicales en la sociedad, sólo porque ese cambio venía expresado en un párrafo oscuro de un programa electoral de cientos de páginas infumables que nadie, repito nadie, ha leído en su totalidad jamás (ni en los propios partidos: los programas se realizan por partes, y normalmente cada parte la prepara un comité que sólo lee y conoce la suya propia; los líderes y los jefes de prensa sólo leen los resúmenes y las frases más logradas para utilizarlas en campaña o precampaña). A esa técnica de autojustificación previa los tribunales lo consideran fraude de ley y está penado sobre todo en la legislación contractual: cualquier cláusula -letra pequeña- contraria al consumidor o a la ley puede ser anulada posteriormente sin vacilación, no importa que estuviera en el contrato firmado por las partes.
Si se pudieran realizar referendos electrónicos de bajo coste y gran rapidez… ningún Gobierno podría esconderse detrás de una “letra pequeña contractual” de su propio programa para hacer lo que le viniera en gana. Estarían obligados por la opinión pública a hacer una consulta previa con todas las garantías sobre cualquier cuestión importante. Quizás así se cometerían errores muy serios, pues una mayoría no garantiza el acierto en las decisiones. Pero al menos, sería el error de la mayoría, sobre todo si ésta es cualificada por la importancia e implicaciones de la consulta. No basta una mayoría absoluta, del 51% o más, para cambiar la naturaleza de las relaciones humanas, por ejemplo.
Internet, en relación a la política y la Administración, tiene todavía muchísimo que decir, muchísimo que aportar a la salud del sistema democrático. En una sociedad donde queremos saber a quién votamos en persona, la Red ya sirve para conocer los currículos de casi todos los políticos; el paso siguiente sería permitir las listas abiertas, pero ésa ya es harina de otro costal… También sirve para leer los programas electorales, claro. Pero mientras sean “tochos” intragables, del estilo del proyecto de Tratado para la Constitución Europea, sin resúmenes ni partes independientes votables por separado… mientras se intente hacer comulgar con ruedas de molino al ciudadano, éste seguirá sufriendo un déficit democrático que, a la larga, es la causa de la indiferencia y de la escasa participación electoral que luego tanto denostan nuestros inefables políticos…