El obispo Blázquez pide el perdón para la Iglesia por su papel en la guerra civil · ELPAÍS.com
Discurso rupturista del líder episcopal, que apela al modelo conciliador de Tarancón

Titula en su portada El País. Leo la noticia:

Esto ha dicho hoy el presidente Blázquez a la Asamblea Plenaria de la CEE, la última de su mandato: “En muchas ocasiones tendremos motivos para dar gracias a Dios por lo que se hizo y por las personas que actuaron; y probablemente en otros momentos ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la purificación de la memoria, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda”.

Me llamaba la atención que Juan G. Bedoya destacara como un «notición» que la Iglesia española pidiera perdón por las actuaciones concretas de algunos de sus fieles en la Guerra Civil, porque la Iglesia española ya había pedido perdón de forma mucho más explícita durante 1999, en el umbral de año 2000, uniéndose a la labor de purificación de la memoria que Juan Pablo II quiso llevar a cabo en la Iglesia Universal.

Voy al documento original del discurso de Blázquez, en la web de la Conferencia Episcopal:

La Conferencia Episcopal Española, sintonizando con el espíritu de Juan Pablo II, hizo público poco antes de cruzar el umbral del año 2000 un documento titulado La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (20 de noviembre de 1999), en que se unían pasado, presente y futuro como en el canto del Magníficat de la Virgen María. Acción de gracias por los dones recibidos, reconocimiento de nuestros pecados y petición de perdón, y confianza en las promesas de Dios. De aquel documento son las siguientes palabras que pertenecen a la segunda parte: “También España se vio arrastrada a la guerra civil más destructiva de su historia. No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia entre los españoles. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra. La sangre de tantos conciudadanos nuestros derramada como consecuencia de odios y venganzas, siempre injustificables, y en el caso de muchos hermanos y hermanas como ofrenda martirial de la fe, sigue clamando al Cielo para pedir la reconciliación y la paz. Que esta petición de perdón nos obtenga del Dios de la paz la luz y la fuerza necesarias para saber rechazar siempre la violencia y la muerte como medio de resolución de las diferencias políticas y sociales” (n. 14). Debemos estudiar la historia para conocerla siempre mejor; y una vez leídas sus páginas, aprendamos sus principales lecciones: La convivencia de todos en las diversidades legítimas, la afirmación de la propia identidad de manera no agresiva sino respetuosa de otras, la colaboración entre todos los ciudadanos para construir la casa común sobre los cimientos de la justicia, de la libertad y de la paz. Recordamos la historia no para enfrentarnos sino para recibir de ella o la corrección por lo que hicimos mal o el ánimo para proseguir en la senda acertada.

No había recordado mal. Sin embargo, el periodista de El País usa el discurso de Blázquez para que nos creamos que ha sido un discurso sorpresa, contra Rouco:

Hasta ahora los obispos han considerado a su Iglesia víctima de la República y de la guerra civil, pese a haber impulsado y apoyado el golpe militar que desató la guerra fraticida el 18 de julio de 1936, y bendecido como cruzada las acciones bélicas que desembocaron en una férrea dictadura de 40 años. “La Iglesia, en la guerra civil, fue sujeto paciente y víctima”, proclamó el 7 de abril de 2000 el entonces portavoz de la CEE, hoy obispo de Córdoba, Juan José Asenjo.

(…)

El perdón reclamado ahora por Blázquez contrasta con la actitud elevada a documento oficial del episcopado cuando Rouco era presidente. Fue el 20 de noviembre de 1999, bajo el título La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX. Decían entonces los obispos sobre la que llamaban “la guerra civil más destructiva” de las historia: “No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba”.

Si el «astuto» periodista de El País me puede explicar cuál es la diferencia entre:

1. pedir «el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra (…) y rechazar siempre la violencia y la muerte como medio de resolución de las diferencias políticas y sociales»

y

2. pedir «perdón y reorientarnos»

se lo agradeceré eternamente. Suya afectísima.

Actualización:

Mira que es anticlerical Arcadi Espada, pero hoy estamos de acuerdo.

Daniel Tercero me envía un enlace que se me había pasado inadvertido. En octubre, a raíz de las beatificaciones de los mártires, escribió un post donde recuerda que la Iglesia, en 1986 había hablado ya de su posición durante la Guerra Civil.

JJG Noblejas se hace eco de este post y reflexiona agudamente sobre los que intentan «menear el perro».