—La fe, la religión, la vida de fe, ¿es ajustarse a unas reglas?, ¿es cumplir los diez mandamientos?, ¿qué es para usted?
—Diría, antes que nada, que es abrir el corazón a un misterio más grande. Pero sobre todo a una persona que todavía vive hoy, que se llama Jesucristo. Jesucristo no es sólo el personaje palestino de hace dos mil años que nos dijeron que resucitó. Jesucristo está vivo aún en la Eucaristía. Allí se le puede encontrar, y ese encuentro puede cambiar la vida. Nuestra religión no es filosofía, no es ideología. Es un encuentro, un encuentro de amor, porque Él, Jesucristo, nos ha amado primero.
—¿Por qué, al parecer, su vida ha cambiado tan radicalmente, y la vida de tantos cristianos, por el contrario, es tan tibia?
—Yo entiendo muy bien a los cristianos que no cambian porque he sido uno de ellos durante muchos años. Tenemos miedo. Miedo de que al cambiar, al abrir el corazón al misterio más grande, al amor de Jesucristo, eso pueda implicar perder nuestra libertad. Yo probé y por eso escribí «Con ojos nuevos». Siguiendo a Jesucristo, a su enseñanza, nos convertimos en seres más libres. La vida se transforma en otra más bonita y más completa. Tenemos que hacer un pequeño acto de coraje, lo que dijo Juan Pablo II en 1978, cuando lo eligieron Papa: «No tengáis miedo, abrid vuestros corazones a Jesucristo».