El vídeo de Zapatero es, como dice hoy Zarzalejos, la constatación de que, tras el presidente no hay nada. De nuevo, el levitador corriendo sin dejar huella.

Sólo hay que pensar en el día después del PSOE si pierde las elecciones. ¿Qué quedará? Un desierto en el que habrá que rehacer la definición del partido porque el único contenido es él y su talante, un partido que voluntariamente ha renunciado a pensar por el puro afán utilitarista de éxito demoscópico, sin más contenido que ser lo contrario al PP.

Egoísta y hedonista, esa es la esencia del zapaterismo. Mientras funcione la sensación de que no hay malestar en el bolsillo del ciudadano, mientras se perciba que va bien -pan y circo, economía y fútbol- para el ciudadano, no hay nada de qué preocuparse. ¿La Nación en disolución, el enfrentamiento de las facciones más profundas de la sociedad, el nacionalismo hiperlegitimado, la familia cuestionada, la educación estatalista…? Nada de eso importa mientras un presidente con ojeras y con retención de líquidos se pueda reír de ello.

Los problemas no se resuelven, se provocan y luego se disuelven con una sonrisa de menosprecio; como un director de circo de tres pistas, mantiene la atención dispersa con la cantidad de focos de problemas que consigue provocar. El más difícil todavía aplicado a la política, en un esfuerzo por mantener más platos en el aire, aunque todos acaben estrellándose contra el suelo.

Si no se puede ejercer de malabarista, siempre se puede aducir que uno es un payaso.