Ayer veíamos que intentar inventarse una contraposición entre el Vaticano y los obispos españoles era una estratagema política que tanto Paco Vázquez como Zapatero intentaron perpetrar para eliminar el peso de las palabras de los obispos en el encuentro de la Familia Cristiana del pasado 30 de diciembre.
Ayer, en su discurso anual ante el Cuerpo Diplomático, el Papa volvió a reiterar los principios que la Iglesia lleva defendiendo durante siglos. En fin, que sólo quien quiera llevarse a engaño puede pensar que el Vaticano no está preocupado por la deriva radical del PSOE actual.
Discurso del Papa Benedicto XVI al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. ¡Qué más se puede decir!
La Santa Sede, por su parte, no dejará de reafirmar estos principios y estos derechos fundados sobre lo que es esencial y permanente en la persona humana. Es un servicio que la Iglesia desea ofrecer a la verdadera dignidad del hombre, creado a imagen de Dios. Partiendo precisamente de estas consideraciones, no puedo dejar de deplorar, una vez más, los continuos ataques perpetrados, en todos los continentes, contra la vida humana. Quisiera recordar, junto a tantos investigadores y científicos, que las nuevas fronteras de la bioética no imponen una elección entre la ciencia y la moral, sino que más bien exigen un uso moral de la ciencia. Por otra parte, recordando el llamamiento hecho por el Papa Juan Pablo II con ocasión del gran Jubileo del Año 2000, me alegra que, el 18 de diciembre pasado, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara una resolución por la que se llama a los Estados a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte, y deseo que esta iniciativa estimule el debate público sobre el carácter sagrado de la vida humana. Deploro, una vez más, los ataques preocupantes contra la integridad de la familia, fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer. Los responsables de la política, de la orientación que sean, deben defender esta institución fundamental, célula básica de la sociedad. ¡Qué más se puede decir! Hasta la libertad religiosa, «exigencia ineludible de la dignidad de cada hombre y piedra angular del edificio de los derechos humanos» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1988, preámbulo), está frecuentemente amenazada. Existen, en efecto, lugares donde no se puede ejercer plenamente. La Santa Sede, la defiende y pide su respeto para todos. Ella esta preocupada por las discriminaciones contra los cristianos y contra los fieles de otras religiones.
Las negritas son mías.