«Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia».

Declaración Universal de los Derechos Humanos

Juan Luis Cebrián suelta hoy otra patada (por supuesto, de pago) a los Derechos Humanos desde su tribuna en su periódico, El País, de su grupo editorial, Prisa. Lo de «su» de él es para resaltar que, igual que la Iglesia, tampoco ni El País ni su grupo editorial se rigen por la democracia. O sea, como el ejército, la judicatura, las restantes empresas del mundo, los bancos, los colegios -sean público o privados-, las clinicas, los hospitales, las residencias de ancianos… y un larguísimo etcétera de instituciones que no toman decisiones por votación de la mayoría, sino mediante una autoridad ni siquiera elegida por votación.

Al principio, pensaba hacer un fisking de la tribuna del académico, pero es tan endeble que con dos mandobles lo mando a paseo:

1.- Efectivamente usted desde «su» periódico y «su» grupo editorial puede criticar a la Iglesia como le dé la gana. Lo que no se puede admitir es que usted y el Gobierno de usted quieran relegar la religión al ámbito privado y no admitan que los católicos -mediante sus obispos o sus laicos- critiquen públicamente las medidas gubernamentales que considera dañinas para la sociedad. A saber: el divorcio express, el pseudo matrimonio homosexual y la defensa del aborto como un derecho.

Está genial criticar el contenido de lo que diga la Iglesia, lo que es inadmisible es atacar el derecho de la Iglesia a expresarse como le dé la gana. Y eso lo ha hecho usted, conspicuo franquista, y lo ha hecho el Gobierno y el PSOE. Es inadmisible, igual que sería inadmisible defender que a usted no le dieran publicidad institucional, a ver si así se va a pique, o defender que cierren su periódico porque me crispa.

2.- La Iglesia no es una democracia y, como le he informado previamente, tampoco su periódico de usted. Eso, me imagino, no le impide tener legitimidad para criticar al Gobierno. Por cierto, hablando de estructuras sin igualdad de género, ¿dónde están las mujeres directivas en Prisa y en El País?