Caudillo Guevara

El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios. Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al «hombre nuevo».

Anoté este editorial el día que se publicó y lo guardé porque me pareció un hito. Lo titulé Por fin. Por fin El País, por fin un periódico de izquierdas se manifestaba claramente en contra de los asesinos de izquierdas.

Pero hay muchos que no están preparados para la realidad y prefieren el mito. Aunque se sepa que el Che era un asesino sin remordimientos, que se había entrenado para ser una «fría máquina de matar», se le sigue venerando como a un santón laico.

Pasaron los días, no llegué a comentar nada por falta de tiempo y vi que el editorial, efectivamente, era un hito. Un hito inaceptable para la gran mayoría de los periodistas de El País y para muchos de sus lectores.

Hubo quien alabó la reacción del comité de redacción, que más bien parecía un comisariado político. No busquéis una justificación lógica ni basada en hechos en la rebelión de los periodistas de El País, simplemente no les gustó el negro habiendo tanto gris. No sé, supongo que los violadores y pederastas también han tenido rasgos de ternura con su perro y, a partir de ahora, deberían incluir en la semblanza de Hitler su innegable amor por su pastor alemán.

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