El Papa sufre en público y los nuevos mojigatos dicen que es obsceno. Se escandalizan de ver a un anciano que quiere saludar a sus hijos, que quiere estar con aquellos que han ido a visitarle. Les molesta profundamente la visión de la debilidad, a otros les da asco. He escuchado esta mañana en la radio a un sujeto decir que en el pecado llevaba la penitencia, por querer ser un Papa mediático.
Como bien dice Adolfo en esta bitácora en un comentario que está en un post sobre Terri Schiavo: «Fundamentalmente, no entiendo lo de «morir con dignidad». ¿Es que acaso Terry vivía con indignidad?, ¿Qué hay de indigno en su situación?. ¿Es indigno tener un gravísimo problema de salud que te haga depender de los demás?, ¿O confundimos la dignidad con la estética?»
Este escándalo farisaico de los nuevos mojigatos parece más bien un síntoma del miedo a la muerte y al sufrimiento. Ahora se oculta la muerte, la vejez y la enfermedad como antes se ocultaba el sexo. La debilidad se ha convertido en la nueva obscenidad de nuestro tiempo y se maltrata de palabra a aquellas personas que, como el Papa, no han perdido su dignidad por depender de los demás y mostrarse en su declive. Querrían ocultar a los ancianos, a los dependientes y a los débiles. ¿Sentirán igual cuando se vean ellos débiles? ¿Entenderán que sus allegados huyan de ellos por no soportar su vista?