Carta al director en El País
Confieso que escribo esta carta conteniendo mi enfado. Acabo de regresar a mi casa en una tórrida y calurosa tarde del verano madrileño, cargando a cuestas a mis dos hijos (de uno y cuatro años) y todo lo que ello conlleva (bolso, sillita, balón, mochila, etcétera), y uno de ellos (el mayor) no paraba de llorar porque no comprendía la razón por la cual no podíamos venir a casa montados en un taxi. Desprecio, esa es la sensación que recibí, desprecio hacia mis hijos cuando cada vez que trataba de parar un taxi, algunos ni siquiera bajaban la ventanilla. Me sentí un apestado por tener hijos.
Uno de los taxistas me explicó que según la nueva normativa de circulación los niños debían ir sentados en sillas especiales «homologadas», pues de lo contrario podrían ser multados. Esa obligación, que, por supuesto, entiendo para los coches particulares, ahora se ampliaba al servicio público -repito, público- de los taxis. Ello quiere decir que de ahora en adelante, además de bolso, sillita, balón, mochila, etcétera, la próxima vez que fuese al parque debería incluir una silla «homologada» para niños de hasta 10 kilos y otra silla «homologada» para niños de hasta 15 kilos. Me vino entonces a la mente que a partir de ahora será imposible ir en taxi con mis hijos al pediatra, ir o venir del aeropuerto e incluso ir a recogerles al colegio. Una dificultad más a la fácil vida de los padres de familia en España.
Estoy indignado, lo confieso, verdaderamente indignado. Parece que tener hijos en España es un verdadero estigma, una lacra despreciable. La vida de los padres de familia en este país es cada vez más difícil, pues la compatibilidad entre vida laboral y familiar es verdaderamente irrisoria en un Estado que se jacta de proteger a los más débiles en el entorno de una Europa en donde España -en este ámbito- está entre los países de cola. Creo que esta nueva normativa, lejos de proteger la integridad de los niños, está vulnerando un derecho fundamental, los está despreciando.
Quizá la mejor manera de evitar los accidentes de tráfico es prohibir los coches, o los niños.
Lo mejor es enemigo de lo bueno.
Añado a lo dicho por este ciudadano que conozco a una familia con diez hijos, todos ellos pequeños, que no encuentran un coche en el mercado para ir todos juntos. Simplemente NO CABE tanta sillita en ningún vehículo.