Por qué me encanta esta crisis – cotizalia.com
Alberto Artero aka McCoy, nuevo director de Cotizalia, escribe un análisis sobre la crisis en el que, al margen de los asuntos económicos que son su especialidad, predice efectos positivos en los valores de los españoles. Tres son los efectos que prevé:
- una fulgurante recuperación de la austeridad como modo de vida
- el resurgir de la figura de la autoridad
- la pérdida de la gravitación de la vida sobre la propia persona y la incapacidad de actuar sobre ella como el hombre quisiera, va a traer consigo una vuelta de la trascendencia
Se recomienda leer completo.
13/01/2009 a las 13:55
Muy bueno el artículo, qué raro encontrar algo así hoy día. Yo también llevo pensando algo parecido desde hace unos meses, con algo menos de optimismo quizás, pero siempre he creído que tiene que haber un equilibrio -económico- entre el ahorro y el gasto y las tendencias sociales hacia la austeridad o el consumismo. El ahorro excesivo y el no-consumo pueden ser tan malos como el consumismo basado en el crédito irreal, y pienso que tiene que haber un punto intermedio económicamente más adecuado y sano: un acercamiento a un consumo activo basado en la cobertura de necesidades REALES y básicas, y un ahorro destinado a «ser invertido», pero no en lo más rentable -también, pero no como prioridad-, sino en la persona, es decir, en proyectos, empresas, investigaciones e impuestos que realmente se destinen a la mejora de la sociedad y de las personas que la componen: el bien común.
Lo malo del capitalismo estándar es que considera que el bien común se alcanza a través de la combinación de los intereses egoístas privados… y eso es una mentira por definición. El fin no justifica los medios, lo que empieza mal acaba mal, y todos esos dichos y refranes señalan lo que ya sabemos: si la intención inicial de una acción es «mala» (egoísta, codiciosa, vinculada a una escala de valores torcida), el resultado final, tarde o temprano, es malo. Si el sistema funciona basándose en el deseo de enriquecimiento de los individuos, al final pasa lo que pasa. Por eso, una crisis como ésta puede ser buena (pero también puede ser mala, depende de cómo queramos enfocarlo): al menos, cada uno reconstruimos nuestra escala de valores material. De nosotros dependerá cómo termine este cambio.
La cuestión es ¿por qué apostar por el bien común? El que tiene ahorros, legítimamente quiere invertirlos en algo que como mínimo le permita no perder la inversión (que continúe siendo un «ahorro»), y que preferiblemente le dé una rentabilidad futura, cuanto más, mejor. ¿Qué atractivo puede tener para un ahorrador meter su dinero en empresas, proyectos, personas con un objetivo claro hacia el bien común -con el riesgo que ello implica y sólo obteniendo una vaga promesa de beneficios a largo plazo-? Pues poco atractivo tiene, sin duda, pero yo lo veo como se ven estas cosas dentro de una familia: uno le presta dinero a sus hermanos o sus cuñados no con idea de obtener una renta (normalmente no se cobran intereses), sino con la idea de mejorar la situación de ese familiar, permitiéndole prosperar. Se hace «porque es de la familia», pero el resultado -si las cosas se hacen y salen bien- es que se beneficia al conjunto de la familia: si ese hermano o cuñado sale adelante con el tiempo devolverá el dinero y estará en condiciones de agradecer el favor o incluso de ayudar a su vez a otros. Se habrá creado un valor añadido en el conjunto familiar, una mejora productiva y de la riqueza del conjunto que puede terminar volviendo al «prestador» inicial en forma de dinero contante y sonante, o con otras formas de pago (en servicios, en especie, etc). Esto es fácil de ver en una familia corriente, ¿por qué no se concibe un proceso similar a la hora de invertir los ahorros en la «economía real»? Pues entre otras cosas por el dichoso egoísmo; y porque las empresas no son familiares nuestros. Pero, ¿y si viéramos el proceso económico como un proceso social orientado al bien común? Quizás nos interesaría más invertir en empresas de alta tecnología capaces de traer avances beneficiosos en la medicina, la seguridad, etcétera; o en proyectos económicos de desarrollo (bien gestionados y con alguna clase de remuneración futura) en países pobres; o en bancos verdaderamente enfocados a reinvertir en créditos fáciles para las pymes y la creación de empleo sostenible; o en investigaciones científicas con posibilidades de conseguir logros importantes para la Humanidad. Vete a saber. Cada cuál tiene su propio concepto de «lo mejor para el bien común». Estoy seguro de que hay muchas empresas o entidades en las que se pueden invertir ahorros de manera beneficiosa para todos. Pero claro… rara vez cotizan en Bolsa. Y rara vez dan una remuneración a corto plazo y con alto interés.
13/01/2009 a las 17:03
Montse, estupenda coincidencia, desde luego, la de publicar al tiempo una referencia a lo mismo. Un cordial saludo.
16/01/2009 a las 13:29
Montse, junto con estos elementos que quedan señalados, no viene de más estar al tanto de lo que están haciendo los gobiernos, sobre todo en Europa. Incrementan su ya enorme poder, legislan cada día sobre más aspectos, y dejan cada día menos margen de maniobra para la libertad civil.
16/01/2009 a las 19:56
Sin embargo en época de crisis sí que nos acordamos de «papá Estado» para que nos saque las castañas del fuego de la especulación y de la mano invisible que estableció Adams.
¿Cuánto dinero se están gastando los Estados para enmendar los errores de los banqueros, de los especuladores sin escrúpulos y del sistema económico que deja vía libre a su «autorregulación»?
José María, ¿aún no te has enterado de lo que ha pasado en el mundo y de lo que está pasando?
17/01/2009 a las 17:34
Thomas, gracias por tu anotación.
Me resulta un poco complejo discutir contigo, porque me parece que tienes un esquema mental en el que no encajo. No soy banquero, ni funcionario, ni asalariado, ni político, ni sindicalista. Y no pretendo ser nada de ello. Al contrario que los políticos y sindicalistas, sólo vivo de mi trabajo, no de los impuestos de los ciudadanos.
Al Estado lo único que le pido es que deje que cobrarme impuestos excesivos. Aunque veo que mis peticiones caen en saco roto, porque el alcalde Ruiz-Gallardón ha duplicado el importe del impuesto sobre bienes inmuebles, y además ha vuelto a crear un impuesto sobre basuras que eliminó Álvarez del Manzano.
Estoy a favor de planes puntuales del Estado, pero no para salvar empresas y bancos, sino para proteger el bien común, los ahorros de las clases medias y bajas y, sobre todo, sus puestos de trabajo. Y esto no es lo que hacen los gobiernos de Europa y Estados Unidos. La dimensión de sus medidas ya no es correcta, no la apruebo. Estoy en contra. No veo por qué, si un señor ha jugado la ruleta de la bolsa (la bolsa a veces es una ruleta), el Estado tiene que pagarle pérdidas.
Las reglas del juego deben ser iguales para todos. No es justo que un autónomo que tiene una tienda de barrio (y que no saca limpios más de 35.000 euros al año), y que le sale mal el negocio, reciba un trato distinto del que vemos que reciben los grandes bancos y empresas. Si un autónomo no recibe ayudas y luego acaba cerrando la tienda y arruinado, lo mismo les debe pasar a los accionistas y directivos de una gran empresa. No me parece que justo que la necesidad (que apruebo) de salvar los puestos de trabajo sea la excusa para que grandes empresarios y bancos vivan en un limbo al que no tenemos acceso el común de los mortales.
Thomas, lo que yo veo es que los Estados están incrementando su poder. Y estoy en contra de eso. Estoy en contra de cualquier poder excesivo. Por regla general, todo poder debe estar limitado: civil, político, religioso. Porque ese poder lo ejercen personas, lo ejercen seres humanos. Como los seres humanos nos equivocamos y mucho, lo más razonable es repartir el poder y permitir que cada cual tenga el margen de libertad más cómodo posible.
No sé si esto que apunto te aporta algo. Lo que te puedo decir que yo hace tres semanas elaboré mi plan de negocio personal, que consiste en mantener tres clientes con los que tengo una relación de confianza y mutuo beneficio desde hace tiempo. Con uno de ellos tengo un contrato mercantil y con los otros sólo la palabra, que para mí basta. Además, incorporo dos proyectos aparte y un cliente más, junto con otras pequeñas tareas. En resumen: mi facturación crecerá un 20%. Y gracias básicamente a mi trabajo y a mis clientes. No gracias a Esperanza Aguirre, Gallardón ni Zapatero. A ellos sólo les pido que desmantelen su red de clientelismo y que rebajen los impuestos de las clases medias y bajas.
Zapatero ya ha bajado los impuestos a los más ricos, empezando por Emilio Botín. A ver si de una vez rebaja los impuestos de los que ganan (ganamos) entre 20.000 y 60.000 euros al año.
Perdón por la parrafada.