Este curso 2016/17 hemos repetido, mi colega Susana Domínguez y yo, un experimento en el que ya han participado alrededor de 180 alumnos. En la línea de otras experiencias realizados con anterioridad en otros países, nos propusimos investigar cómo un grupo de estudiantes de titulaciones de Comunicación de la Universidad de Vigo respondían a un ayuno digital de 24 horas. Los alumnos debían intentar renunciar al uso de cualquier aparato que utilice pantalla y que sea de uso personal (teléfono móvil, ordenador, tableta) y a los reproductores de música (iPod y MP3) durante 24 horas. Tras el ayuno, se pidió a los alumnos que escribieran sus experiencias de modo libre.

La finalidad es doble: en primer lugar la concienciación de los alumnos sobre su propia actitud ante la tecnología y en segundo lugar un análisis de las emociones y de los usos y gratificaciones que los usuarios buscan en los medios tecnológicos.

El primer experimento lo hicimos con todos los alumnos de las titulaciones de comunicación en nuesta facultad (Publicidad y Comunicación Audiovisual). Aunque se mostraron interesados en participar más de 100 alumnos, al final no lo hicieron más que 21. Lección aprendida: la próxima vez habría que proponer el ayuno digital en el marco de una asignatura.

Así lo hicimos esta vez y han participado 95 alumnos de Publicidad y 52 de Comunicación del primer curso de la titulación.

Lo cierto es que el experimento ha despertado mucho interés en los medios de comunicación y, a partir de un reportaje que Sandra Penelas escribió en Faro de Vigo, hemos atendido a tres cadenas de televisión -dos de ellas nacionales- y a una radio local. Está pendiente otro reportaje en un medio nacional.

Hemos disfrutado muchísimo leyendo las reflexiones de los alumnos. El experimento está basado en una convicción que McLuhan expresó ya hace 50 años: un pez no es consciente de que nada en el océano hasta que llega a la playa. Nuestros jóvenes -como tantos adultos- no eran conscientes de que vivían en los medios tecnológicos hasta que decidieron salir de ellos durante un día. Afortunadamente, todos se hicieron más conscientes de cómo cambia la vida sin una pantalla mediando constantemente. Ser consciente es esencial para ser libre.

Y la mayoría se dio cuenta de que en la playa también se puede respirar. Algunos incluso planean pasar más tiempo fuera del agua. Le han cogido gusto a la conversación cara a cara y a deambular por la calle sin saber exactamente dónde están o a preguntar una dirección a un extraño con el que se cruzan.

Os dejo a continuación algunos de los contenidos que hemos podido recuperar sobre lo tratado en los medios: