Ayer en Twitter experimenté lo de tantos días: la televisión copa la conversación cuando son programas de mucha audiencia, eventos como los Juegos Olímpicos o Eurovisión; o, como ayer, Masterchef.
Para quien no ve la televisión en ese momento, la conversación generada puede significar un engorro y así lo comenté en Twitter.
@mdoval TW necesita ‘ordenar’ la conversación si quiere seguir siendo significativo, pero en primetime TW es hoy socialtv, asúmelo 😉
— Agus Alonso G. (@agusalonsog) June 18, 2013
Agus trabaja en RTVE.es y sabe muy bien de lo que habla.
Me acordé de una cita de T.S. Eliot: «The remarkable thing about television is that it permits several million people to laugh at the same joke and still feel lonely«. «Lo extraordinario de la televisión es que permite a varios millones de personas reírse de la misma broma y así y todo sentirse solas».
Esta frase la citan Chafee y Metzger en The end of mass communication? para significar que esos tiempos podrían haber terminado. La comunicación de masas entendida como un país ante un televisor riéndose del mismo chascarrillo habría dado paso a audiencias de nicho.
Quizá sea así en algunos casos pero todavía hay una gran cantidad de gente viendo un programa de cadena generalista en prime time y esa gente conversa sobre el programa en Twitter, una herramienta tan apropiada para la comunicación de masas como para la interpersonal.
Pero esa gente ahora no está sola en su casa viendo la tele, sino que es consciente de las reacciones en las otras casas y responde con sus ocurrencias a las de los otros telespectadores; hasta tal punto que hay gente que disfruta muchísimo más de los programas gracias al second screen de la tablet o el móvil.
Los encargados de sacar dinero a todo ya se encargan de elaborar planes para hacer que este comportamiento sea rentable para anunciantes y cadenas de televisión. A mí me gustaría, sin embargo, quedarme observando lo curioso que es aunque lo damos por hecho. No hay ninguna utilidad en contar lo mal o bien que nos cae un concursante, no hay una recompensa, excepto una profundamente humana y que es inmaterial: satisfacer la necesidad de compartir.
Y me acordé de la entrevista que ya hace años le hicieron al primatólogo Josep Call en El País. Investiga grandes simios y sostiene que los simios no hablan, entre otros motivos, porque no tienen el más mínimo interés: «los gestos que realizan los niños pequeños se diferencian precisamente de los de los grandes simios en que los niños no sólo utilizan el modo imperativo, sino también el declarativo: “Mira un camión”.
Sólo los humanos mostramos esa necesidad de comunicación y lo explicaba así:
«Los niños pequeños también están extremadamente motivados para jugar a indicar o comentar cosas. Y esta motivación de los niños para ciertos juegos es clave para describir las diferencias entre humanos y nuestros primos más cercanos, los grandes simios.
P.¿Cuál es la motivación delos niños?R.La motivación viene por ser ultrasociales. Los chimpancés son muy sociales, pero los humanos se distinguen de otros primates en que son ultrasociales.
22/06/2013 a las 20:39
Con el tema de la «televisión social», creo que el discurso general contiene un par de problemas.
El primero reside en confundir la herramienta con la conducta. A saber, está ya demostradísimo que antes de que Twitter apareciera en nuestras vidas, la gente hacía multitarea frente al televisor. Una manera fina de decir que chateaban. Ese chat era una actividad «social», pero verdaderamente oscura (no se medía, no formaba parte del relato público, pero si desviaba la atención de la publicidad y sí hacía que un contenido malo se tornara en bueno al reírse de la incompetencia de los creadores). De repente, twitter, como otras herramientas que se ponen en manos del público (valen blogs, valen webs, valen todos los facebooks de turno) hacen visible esa conversación, la convierte pública y hace consciente a todo el mundo de que lo que era oscuro, ahora es claro. Además, genera interacciones inesperadas que alteran la intención de los creadores de contenido generándose nuevas narrativas alrededor del contenido original (v.g. #graciassara).
Pero el segundo problema es que Twitter no es universal, aunque los medios de masas lo tratan como si fuera ubicuo. Según datos de ellos mismos, «sólo» 5,8 millones de usuarios únicos cada mes. Que no está mal, pero no es la población española. Habrá que ver cómo compite eso contra whatsapp (el móvil sí es universal) y contra las nuevas etiquetas de Facebook (nos vamos hasta los casi diecioho millones de presuntos perfiles o usuarios y la seguridad de una penetración brutal en edades adolescentes y veinteañeras).
Concluyo: introducir lo que hacen los grandes nodos de contenidos (eso que antes llamábamos medios «de masas») en la conversación pública (es decir, en el «ruido») sólo es una consecuencia inevitable de la desintermediación de la comunicación y de su caracter cada día más convergente: las estrategias de telecinco, por ejemplo, son cada vez más integradas (trescientos sesenta grados, digitales, sociales o como las queramos llamar). Y eso no depende tanto de la «herramienta»: estábamos usando SMS hasta hace poco y eso daba dinero, con la segunda pantalla está por ver cuánto dará a lo tradicional.
Por otro lado, aún cuando los contenidos de los grandes medios son los más seguidos, la amplitud de canales abiertos y la fuerza de nuevos entrantes va a seguir desmontando la preeminencia social de lo que se respetaba como «medios de comunicación», expresión caduca producto de una forma de entender el poder y la organización social del siglo XX. Independientemente de su influencia, todo es ya una suma de nodos que emiten, reciclan y transforman contenidos propios y de otros. A eso hoy le llamamos social, pero recordemos que hace solo 5 años nadie serio llamaba a Twitter red social, sino «servicio de microblogging»: las redes sociales son subyacentes y previas a las herramientas.
Así pues, no es gracias a Twitter (cada vez que la prensa dice «ardieron las redes sociales» o «ardió twitter», muere un gatito) lo que transforma el consumo de contenidos, es la extensión de herramientas de expresión y empoderamiento personal… y ahora twitter está de moda. Para la prensa normal, la extensión de un servicio como éste tiene que ser necesariamente atractiva: reduce los contenidos a 140 caracteres y les devuelve parte del poder perdido cuando la identidad digital sólo eran blogs: se reduce la reflexión. Confiere, de nuevo, el poder de filtrado e interpretación al medio grande que, por otro lado, sigue demostrando día a día que su valor como guía social y democrática es cualquier cosa menos algo para tomar realmente en serio: se centra en todo lo que sea el mínimo común denominador del gusto – y de la opinión – en una competencia atroz por publicidad. Alguien debería poner fin de una vez por todas al mito del periodismo y de «los medios» como salvaguardia social.