El PP siempre confunde comunicación con propaganda y ante la crítica que merecen sus medidas sobre educación y sanidad piensan que una campaña publicitaria lo arreglará. Parece que no han aprendido nada ni del Prestige, ni de la guerra de Irak, ni del 11-M ni de los ocho años en la oposición. Da la sensación de que o no se dejan aconsejar o los que les aconsejan no saben nada de comunicación. Hoy, el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, les da unos consejos al final de su carta semanal. El último párrafo es el que sigue:
Esa labor de pedagogía es la que brilla por su ausencia en un gobierno percibido, según el propio Toribio, como «poco proclive a explicar». Y pretender sustituir lo que debería ser la constante comparecencia del presidente Rajoy en todos los foros y formatos por una campaña de publicidad como la anunciada por Cospedal, sólo servirá para añadir agravio a la dejadez. El jefe del Gobierno está obligado a explicar de forma articulada por qué subió el IRPF, por qué no les cantó las cuarenta a Zapatero y Salgado por el engaño del déficit, por qué pospuso los Presupuestos a las elecciones andaluzas, por qué dijo una y otra vez que no habría copagos y ahora los ha impuesto, por qué excluyó la Educación y la Sanidad de su programa de recortes y ahora las ha incluido, por qué descartó la subida del IVA y ya la tiene programada, por qué a pesar de las reformas sube otra vez la prima de riesgo y baja otra vez el rating de España, por qué el aumento del paro está superando las previsiones más pesimistas y no se vislumbra alivio en toda la legislatura o, ya puestos, por qué se lanza un nuevo plan penitenciario que rebaja las exigencias para el acercamiento de etarras a cárceles vascas. Mientras no conteste todas estas preguntas, no existirá el clima de confianza imprescindible para seguir empeñados en cruzar el Delaware.
Aquí está empezando a crearse un gran equívoco. Como decía Callaghan, «gobernar no es ceder» y ¡ay de los pusilánimes que se arredren ante las dificultades! Pero gobernar sí es responder y de eso no parece terminar de darse cuenta el señor Rajoy.
vía Cuando Jesús despertó en la barca, de Pedro J. Ramírez en El Mundo | Reggio’s.
El PP y Rajoy en concreto, viven empeñados en que sus interlocutores son el PSOE y el resto de la oposición, por eso eluden responder a los periodistas, dar entrevistas o explicar claramente los motivos de sus medidas y el futuro de sus acciones. Es como si los ciudadanos españoles no merecieran una explicación y, en caso de merecerla, ésta vendría en formato slogan, nunca en un diálogo de intercambio mutuo de inquietudes y desconfianzas. A mí, como ciudadana, me da la sensación de que el Gobierno se piensa que soy una oveja a la que pueden transportar, esquilar o vender; no hay necesidad de que me expliquen por qué hacen lo que hacen y no otras cosas y qué tienen pensado en caso de que sus planes no funcionen. Tampoco me explican por qué, si hay consenso general en que la culpa de la situación española es el pésimo comportamiento de bancos y cajas, la cosa se arreglará en cuanto los ancianos paguen las recetas.
Es decir, el Gobierno se ha olvidado de que la democracia no es ganar unas elecciones y legislar sino que es gobernar no sólo para el pueblo sino con el pueblo.
29/04/2012 a las 18:40
Han olvidado tantas cosas que se me hace difícil creer que sean «olvidos».
Saludos
29/04/2012 a las 18:41
Por cierto, no funciona bien el botoncillo de Twitter. No saca la URL.
29/04/2012 a las 18:49
Tienes razón, no funciona. Gracias por el aviso, voy a ver qué pasa.
02/05/2012 a las 01:50
En España, que siempre carecimos una palabra para «liderazgo» (líder, en el María Moliner era – no sé si sigue siendo – «mandatario extranjero») carece en su vocabulario de palabras asociadas a la conducción de personas que son siempre autoritarias: caudillo, jefe, mando, etc. nunca se corresponden con la libre adhesión del dirigido, de la necesidad de disponer de un mando aceptado. Por tanto, no está en juego la credibilidad, sino la capacidad de coerción. Si esto lo refutan los científicos, me alegraré mucho: es una intuición personal.
Pero me sirve de introducción. En general, el liderazgo político en España es penoso. Y lo es porque es incapaz de unir a personas distintas en un destino común. Brevemente durante la transición, pareció que Suárez era capaz de hacerlo. ¿Felipe tuvo algo de eso? Una nueva apuesta sin pruebas: ¿por qué el cine español es incapaz de hacer una buena película sobre la guerra civil? Mi respuesta: es incapaz, quizá porque no se puede, de dar soluciones a los conflictos morales en las que las personas que se identifican con un bando u otro no sientan que están siendo agredidas o vengadas en la patada de otro. Comparado con la capacidad del cine americano de salvar siempre los valores comunes y la integridad de los presidentes, o el tratamiento exquisito que tiene la guerra de secesión, la cosa es muy diferente. Habrá quienes digan que entonces todo es correcto desde el punto de vista político y la crítica decae. Pero cabe preguntarse si la crítica es siempre la motivación y no puede serlo la movilización de sentimientos. Sobre si hay espacio para eso, otro día apuntamos ideas.
Loca puede ser la interpretación de que mientras que el cine americano busca espectadores y, por tanto, mercado, no puede poermitirse dejar a muchos fuera. Aquí no se trata de tener mercado sino de caer bien en los festivales con audiencia dispuesta de antemano a un sesgo concreto.
Toda esta introducción para llegar a la cosa de la derecha española y su comunicación: es en este contexto en el que ha bastado imponer el poder y no se ha necesitado de modo práctico convencer, es en un entorno de amigotes y control de medios de comunicación donde se ha forjado el político español, sea de izquierdas o derechas. Por aquello de las moderneces de la izquierda, innovaron antes: siempre han tenido a los mejores creativos publicitarios y un contexto en el que es más fácil vender unas ideas – las socialdemócratas – que se parecen mucho al sustrato falangista de la ciudadanía media española: ese cariño porque el despido sea imposible, te den casa y médico y, hala, paz y trabajo. Así que vender el paradigma contrario, requiere unas dosis de comunicación y liderazgo brutales, algo que no puede tener la mediocridad intelectual. No es mediocre intelectualmente a priori un registrador de la propiedad (caramba, hay que memorizar) pero sí lo es la vocación por ser notario, registrador o abogado del estado: o son trepas, o no se plantean jamás nada que cuestione el statu quo.
¿Alguien se sorprende por la pobreza del debate de los partidos? Veamos ahora su prosceso de selección de líderes: camarillas de listas cerradas se reparten el pastel, nadie tiene que ir delegación por delegación ganando el voto directo y siendo consecuente. Nadie se atreve a cuestionar liderazgos porque, caramba, una lista alterntativa es sinónimo de conflicto y eso, en España, no es debate, es que te dejan en la cuneta. Y tu sueldo depende de que te metan en la lista. En este contexto ¿qué clase de capacidades y preocupaciones necesita el que llega a los puestos visibles? Pues nada, les enseñan a que se les oiga en el micrófono. Acostumbrados a resolver todo en cuartos cerrados con dos personas… ¿de verdad necesitan explicarle algo a la gente que les vota?
Y en estos contextos llegamos a esto. Se termina dando la cuenta de comunicación a uno que sabe y es amigo (y que paga coima, claro). Y el que tiene que dar la cara sólo está preocupado por cómo la cuela y no como expresa sus ideas para arrastrar voluntades. Nada más lejos pues, el gobierno actual, de la épica de un Churchill. Pero, fijémonos, líderes fuertes, altamente comprometidos con sus ideales, como son los del nacionalismo vasco o catalán si son capaces de imponer una agenda con su comunicación. Parece mentira que ni siquiera se hayan fijado en los años de Reagan. Ahora conviene recordar como Margaret Thatcher le recordó a Felipe que ella tenía que ir todas las semanas al Parlamento a dar la cara respondiendo solita. Ejemplo patético: el nacionalismo español lleva 35 años contemplando como pierde puntos y deja de ser cool (ya no lo era, pero precisamente por eso tenían que haber hecho más) en territorios vitales: ¿Qué hacen los pensadores de la nación española para argumentar en contra de la independencia o en el valor de España, si es que lo te tiene? Lo mejor que he oído es «que se jodan, que son españoles».
Así que… primero Zapatero demostró un liderazgo pobre al no saber aunar grupos de población hacia una agenda aceptable por mayorías… y que pagó caro cuando llegó la crisis: creyó en la revolución y no en la agregación de voluntades. Y ahora estos otros van de sobrados técnicos sin haber preparado a nadie en mirar sus medidas con otro ángulo. En la era en la que los antes llamados medios de comunicación dejan de vertebrar la opinión pública. Yo creo que no se han enterado de nada.
04/05/2012 a las 10:25
Amén. Gonzalo, gracias por tus comentarios. Me estás poniendo el listón muy alto.
Hace años leí un libro sobre culturas empresariales, estaba escrito por un useño y, sobre España, decía que al tratar con empresas españolas había que tener en cuenta que, aun en las más grandes, había un tipo de jerarquía que impedía decir al jefe los errores que cometía. Además, los cargos se distribuían más por lealtad al jefe que por valía y que, por lo tanto, no era extraño que el sobrino tonto del jefe acabara de mandamás en alguna sección. Por supuesto, no se le podía decir al jefe lo tonto que era su sobrino.
Eso lo trasladas a la política y es así. Los políticos ascienden por lealtad, no por preparación, y la comunicación interna no existe, todo es opaco, no se comparte un ideal, ni se convece a los intermedios o se explican los objetivos sino que se reparten cargos o prebendas sin necesidad de usar el cerebro para debatir nada.
De manera que cuando aflora eso a la comunicación pública, no hay una mentalidad de que haya que convencer sobre los objetivos a la población, ni que haya que ganarse sus voluntades sino que se les presenta como algo decidido en la cúpula y que se cumple porque tengo mayoría absoluta. Necios.
¿Qué ha pasado para que desde un discurso tan respetuoso con la opinión pública como el de Fuentes Quintana hayamos llegado a esta falta de respeto total por el ciudadano?
http://internetpolitica.com/desastres/crisis-economica-y-de-comunicacion
05/05/2012 a las 08:43
Fíjate como al final llegamos al punto: la falta de competencia. Que no es otra cosa que la inexistencia de una meritocracia. El problema «cultural» y eso que las explicaciones culturales siempre son sospechosas porque toman el tópico por hecho, es que aquí a un vecino le molesta que aparezca una panadería nueva en el barrio que baja una peseta la pistola, y eso le jode porque putea a su Pepe, su panadero de toda la vida. Y entonces se inicia un ciclo hipócrita donde bajo cuerda se le compra al barato, pero se le castiga socialmente por algún mecanismo sutil al tiempo que le digo al de siempre que es un santo. Es un reduccionismo y ha cambiado mucho la vida, pero creo que no ha sido inhabitual que se considere un héroe al tipo que no innova y que es del barrio de toda la vida y que, por tanto, nos cuesta más y, claro, nos perjudica. En el otro extremo, la cultura típica gringa que glorifica al que derrota la competencia y donde el dinero es la medida del valor de las cosas y no la sucia contraprestación de quien no tiene alma para sacármelo. Reducciones las dos cosas.
Pero: de mercados intervenidos donde basta con hablar con el gobierno para mejorar mi EBITDA y crear situaciones monopolísticas, de listas cerradas donde la gente no vota puesto por puesto (como en USA o en UK), de una sociedad que tolera que un estanco o una farmacia o un puesto de loterías se den a dedo y se puedan heredar, vienen estos lodos. Al español promedio le aterra no ir desnudo, sino tener que ir en bañador a demostrar que no esconde nada y dejar que los demás evalúen si lo que lleva entre las piernas es un calcetín y no su naturaleza. Por tanto, hay como una coalición formada por el contexto (tradición y usos sociales) más legislación y situaciones de hecho que refuerzan una idea que espanta, la de tener que competir y someterse a escrutinio. Así que ni los afectados mueven un dedo por ella, están entrenados en medrar y no en competir. En un país sin mares ni ríos navegables, no saldrán pescadores ni marinos. En un país sin competencia, no surgen competidores. Ergo, no tengo que entrenarme en comunicar. Una decana de facultad de periodismo me dijo tras una conferencia mía que le había gustado… esencialmente porque le admiraba cómo los profesionales eramos claros y dinámicos explicando y los profesores de universidad (al menos, los suyos o los que estaban en el programa conmigo) no lo eran. Caramba, me dije yo: yo me tengo que hacer explicar para vender y que me vuelvan a llamar. Ellos no. Pero los profesores americanos, en cambio, son un prodigio en sus conferencias. Ah, me dije, pero ellos tienen que mostrar su nivel científico y el valor para los alumnos (que, pagan ellos, y no pueden perder el tiempo con quien no sabe, el mérito les espera fuera).
En fin: creo que es la falta intrínseca de competencia y de valorar la justa competición para saber quién es el mejor.