He visto que el asunto de la eliminación de los crucifijos en las aulas se ha tratado en varios blogs de forma excelente, pero a mí me gustaría resaltar un aspecto más amplio que el crucifijo sí o no.

El origen del conflicto es el siguiente. El señor Fernando Pastor, padre de una niña del colegio público Macias Picavea pide al Consejo Escolar del Centro que se eliminen los crucifijos en las aulas. El Consejo Escolar, órgano soberano, DEMOCRÁTICO y REPRESENTATIVO de padres, profesores y alumnos decide por mayoría que no, que no quieren retirar los crucifijos. Esto se elimina o se disimula en multitud de informaciones periodísticas y se habla de la Dirección del Centro, como si la directora o director fuera un cerril autoritario que no quiere tener en cuenta las convicciones de los padres. Falso: la comunidad educativa quería los crucifijos en su sitio.

Bien, este señor en uso de su derecho se va a los tribunales y exige a la mayoría que se adapte a su personal punto de vista, a él le molesta el crucifijo que los demás quieren. Gana en primera instancia y la Junta de Castilla León recurre y ¿qué ocurre? Que este señor, que ha usado los tribunales tilda de «indecencia» que la Junta haga lo mismo y en uso de su derecho recurra el fallo. Un sinsentido apoyado por los voceras del laicismo.

La ministra de Educación en un primer momento dice que cada colegio es soberano y que son «los que mejor conocen qué tipo de alumnos tienen y qué piensan los padres» Dándose cuenta de que lo que ha dicho es la verdad, en unas segundas declaraciones se pasa a la demagogia en la Ser y afirma que «en los lugares públicos, y los colegios lo son por excelencia, cualquier símbolo que pueda agredir o crear sensación de agresión a cualquiera de los que circulan por él debe quitarse de en medio». Es curioso, porque si uno frecuenta los centros educativos públicos se da cuenta de que si hay algo agresivo en esos espacios públicos es el ataque a la religiosidad, al menos en las Universidades. Estoy esperando por la primera manifestación pública de religiosidad en un centro estatal. Si ahora hay que plantear las cosas en esos términos (lo que cada uno considere agresivo) lo suyo sería una catarata de denuncias frente a manifestaciones con dinero público de agresivos símbolos antirreligiosos: asignaturas, funciones teatrales, cabalgatas, desfiles, campañas

Actualización: Fernando Pastor trabajó varios años para el diario abertzale Egin