Ayer en la web y hoy en el papel, varios diarios, entre ellos El Mundo, publican la fotografía de Teresa Romero en la habitación del Carlos III.
A todas luces es una intromisión en la intimidad de la enferma, a quien no se le preguntó si daba o no permiso para la instantánea.

Gervasio Sánchez, que es un fotoperiodista de los más respetados, así lo considera:

 

Horas más tarde, Gervasio Sánchez hacía esta reflexión:

Efectivamente, parece que primero se publica y luego se piensa. Alabo la decisión de El País de retirar la fotografía de su web a los minutos de haberla publicado y las disculpas de uno de sus subdirectores, que luego borró su tuit de disculpas, pero ¿no hubiera sido mejor haberlo pensado antes?

He leído las defensas de la foto más peregrinas. Por ejemplo, ésta de un fotógrafo de El Mundo:

https://twitter.com/albertocuellarr/status/521056012124815360

No sé qué tiene que ver la lluvia en el tema, supongo que estar chorreando te añade una vitola de heroísmo. Siendo como soy de la ciudad más lluviosa de España, espero que me consientan a partir de aquí todo lo que se me ocurra.

También he leído, ahora no lo encuentro, una justificación de la foto diciendo que mostraba que los sanitarios que atienden a Teresa tienen el traje nivel 2, no nivel 4. Ya, ya… Los trajes no se ven en la foto. Los trajes se podrían haber fotografiado fuera de la habitación de Teresa y sin salir ella. Morbo.

También periodistas como Víctor de la Serna o abogados como Borja Adsuara han opinado que la foto transmitía calma a la sociedad, que veía a Teresa hablando con los sanitarios. El motivo es, según lo expresado por Adsuara, la intranquilidad de la gente ante la epidemia.

Sólo ha hecho falta que salga un portavoz que no titubee, Fernando Simón, que sepa de qué habla y que tenga autoridad para difuminar esa desconfianza pública. La desgracia ha sido que hasta hoy el gobierno no pusiera al frente de la comunicación a una persona con un perfil técnico.

Pero lo que más me ha llamado la atención es la supuesta contraposición entre el derecho a la intimidad de Teresa y las víctimas del ébola en África. Se nos dice: ¿por qué os indignáis con la foto de Teresa y no con la foto de la niña en el suelo de un hospital de África?

Que eso lo dijera alguien que no ha reflexionado sobre el periodismo, puede tener un pase, que lo hagan periodistas muestra que no estamos en el mejor de los momentos profesionales.

En primer lugar, porque difícilmente coinciden la audiencia de los medios y las personas próximas al evento. Estamos globalizados, pero no tanto. La proximidad a un evento también influye en la ética de la publicación.

Pero aún más importante es lo que sigue. El periodismo es servir al derecho a la información de los ciudadanos, decirle lo que tienen derecho a saber, no lo que les apetece saber, teniendo en cuenta los derechos de las personas involucradas en las noticias. Cuando alguien desaparece, sus familiares pegan fotos en las farolas, difunden su fotografía en los medios. Nadie cuestiona que esa «violación» de su intimidad va en beneficio del desaparecido. Cuando un medio publica fotografías de las víctimas de conflictos o epidemias remotos, no lo hace por vender más. Al contrario, suele provocar rechazo acercar a nuestras casas el horror de la guerra o la miseria. El buen periodismo lo hace porque tiene el deber de agitar la conciencia de una sociedad que sin su información estaría al margen de esa realidad que debe conocer. Sin una opinión pública informada, tened por seguro que habría todavía más abusos y miseria en los países pobres: esa información necesita agitar porque necesita sacudir de la zona de confort a una sociedad que no ve con sus propios ojos la realidad. Hacen falta testigos que transmitan el dramatismo de las guerras y la miseria y las víctimas lo agradecen: existe un documental de TV3 sobre el fallecido Miguel Gil que muestra el agradecimiento de tantas víctimas de las guerras que el fallecido reportero cubrió. Es decir, en aquellos casos en que la publicación ayuda a la audiencia y ayuda a las personas involucradas en la noticia, la publicación es muy adecuada. En esos casos, la foto es información. En el caso de Teresa, la foto no es nada que no se pudiera conocer sin atacar su intimidad y sin beneficio para la protagonista.

Por eso mismo, me ha parecido desde hace unos años (antes no) que quien defiende esa visión del periodismo debería pagar por ese servicio, por eso me suscribí a El Mundo en Orbyt. Por ese mismo motivo, el día 20 de octubre que termina mi suscripción, no la renovaré. Ya buscaré periodismo en otra parte.