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Recuerdo a Manuel Castro, vendedor de prensa, que iba vendiendo por las calles céntricas de Vigo los ejemplares que era capaz de llevar bajo el brazo.
La última vez que le vi, anciano, en la calle del Príncipe, lloviendo, aún seguía trabajando. Me dio mucha pena. Hoy pasé por la calle Príncipe de Vigo y allí vi la estatua de este hombre. Es el recuerdo de unos tiempos que no volverán. Me pregunto qué pensaría Manuel si le dijeran que muchos periódicos no son de papel ni se venden ya por las calles. |