El 20 de noviembre unos 150 sujetos entraron en la sede la asociación Francisco de Vitoria en la Facultad de Derecho de la Complutense y la emprendieron a golpes con los estudiantes que estaban allí y destrozaron el mobiliario.

Ese día había una concentración del «Bloque Antifascista de Estudiantes con motivo del 20-N, que se ha celebrado en el campus de Ciudad Universitaria. Después, un grupo de unas 150 personas ha entrado al hall al grito de «Fuera fascistas de la universidad».

Curiosamente, dos periodistas de izquierdas lo califican de fascismo.

Puedo leer las afirmaciones como un intento de decir: la auténtica izquierda no es violenta. Pero eso sería suponer una ignorancia mayúscula en Ignacio Escolar y Ana Pastor. Supongo que ambos saben que la izquierda ha sido (es) violenta, como la derecha. Es más, diría que en la izquierda hay una justificación coherente de la violencia en sus libros canónicos, en el marxismo. Antes de la agresión a los estudiantes de la Complutense, el político de IU Gaspar LLamazares dejaba esta otra perla en Twitter:

Estuve dándole vueltas a esto. La superioridad moral de la izquierda le permite mantener un discurso de pureza ante las vergonzosas muestras de intolerancia que siguen ejerciendo en las dictaduras de izquierdas, que son las más numerosas en la actualidad. También en la intolerancia que muestran ante quien no opina como ellos, como por ejemplo estos energúmenos de la Complutense o el terrorismo de ETA, el de las Brigadas Rojas o el de las FARC.

Así y todo, el discurso es de pureza. Y cuela.

Como si fuera una especie de pecado original, el fascismo, del que algunos miembros de izquierda están infectados, es el verdadero culpable de la agresión en la Complutense. La izquierda es pura.

Curiosamente, si algo es malo es fascismo, a pesar de que el fascismo sea algo bien concreto del siglo XX, posterior a las revoluciones violentas de izquierdas en Europa.

Hay una especie de ideal de izquierdista, que recorre la historia y que se identifica con los que están a favor de los oprimidos, frente a la derecha, que es una especie de Caín, un mal bicho que representa todo lo malo.

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Angelus Novus. Paul Klee

La izquierda aspira a convertirse en una cosmovisión, una religión sin Dios, que da un sentido a la historia, de tipo mesiánico.

Me vino a la cabeza Walter Benjamin. Su último texto, escrito de forma discontinua en trozos de papel y publicado tras su muerte en Portbou, contiene un par de imágenes poderosísimas sobre el discurso de la izquierda. Los textos están abajo.

La primera imagen es la de un enano que maneja un muñeco que siempre ganaba al ajedrez, un enano al que no se veía movía el brazo de este muñeco, el enano era la teología, que «es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno» pero que es el auténtico artífice de la victoria del discurso materialista. Un secreto que no debe exponerse ya que rompe el encanto del muñeco: en el discurso de izquierdas existe un trasfondo mesiánico, profundamente incoherente con su propia naturaleza. No es sólo política, es una cosmovisión que pretende dar un sentido a la historia.

De ese sentido de la historia, da cuenta en la segunda imagen: el ángel de la historia que horrorizado ante el pasado es arrastrado hacia el futuro con un huracán que procede del Paraíso, el huracán del progreso.

Benjamin, el judío errante por antonomasia, describe la justificación moral de la izquierda: la izquierda que sigue el sentido irremediable de la historia que es luchar contra la injusticia y la opresión. Esto lo escribió con la profunda desazón que le causaba el pacto entre Stalin y Hitler, pero pensando, como siempre ocurre con la izquierda, que la legitimación moral del ángel de la historia les arrastra. Inexorable, el progreso.

Y hoy, como postre, me encontré con esto de Gabriel Albiac. El Espíritu sopla donde quiere.

 

«Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa era transparente por todos sus lados. En realidad se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos «materialismo histórico». Podrá habérselas sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno».

(…)

«Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso!».

Walter Benjamin. Tesis de filosofía de la historia. 1940