Como siempre, estoy en el medio. Reagan no fue el hombre que liberó a los países comunistas pero Reagan tampoco fue un demonio, ni tan siquiera fue un imbécil o un mal presidente americano.
Con James Carter, EEUU había llegado a una especie de depresión social en la que los americanos se miraban con vergüenza a sí mismos. Habían llegado a lo que llegamos los españoles hace años y de lo que no salimos: a sentirse avergonzados de su país. El sentido de culpa es sano siempre y cuando invite a mirar al futuro y a detectar las culpas individuales, no a manchar a una colectividad como culpable de unos males u otros. La situación económica era penosa y los augurios de desastre general eran la tónica.
Ese mal tan europeo que es la sospecha aplicada a todo, había logrado colarse en el ánimo americano y le invitaba a la pasividad: hagamos lo que hagamos, seguro que lo hacemos con una mala intención.
Reagan, logró dar oxígeno a sus ciudadanos y dar esperanza a su pueblo y a los europeos de que había una salida a la aturullada situación de guerra fría y que esa salida no se llamaba invierno nuclear.
Sus armas eran el optimismo y una genuina conexión con el americano medio. Son famosas dos expresiones suyas, entre otras muchas. El there you go again de uno de sus debates televisivos consiguió más votos que cualquier discurso y cuando definió la situación económica del país diciendo a recession is when your neighbor loses his job. A depression is when you lose yours. And recovery is when Jimmy Carter loses his.
Logró animar a su pueblo y logró dar esperanza a los europeos, pero la caída de los regímenes comunistas no fue obra de su mano, evidentemente. Miles, millones de europeos del otro lado del Muro conspiraban diariamente en Gdansk, en Berlín, en Moscú, Leningrado, Praga o Leipzig para que el comunismo cayera y un Papa polaco daba aliento a esa lucha. Líderes como Margaret Thatcher y Helmut Khol pusieron su grano de arena y el Muro definitivamente cayó en uno de los episodios más limpios y bellos de la historia de la humanidad.
Reagan hizo algo que es básico en cualquier líder y especialmente en un político: dar ánimo, dar impulso, fomentar la autoconfianza y ofrecer un horizonte abierto. Descanse en paz.